COVID-19: más allá de las pruebas moleculares para asintomáticos

por Andrés Morán Tello | 26 Sep 2020 | Covid-19, Pandemia

La primera semana de septiembre, cuando aparecía una leve disminución de los casos de COVID- 19 en el país, se presentó un pequeño gran escándalo por las declaraciones de la ministra de salud, quien dijo que a los asintomáticos no se les debe hacer una prueba. Dijo también que los asintomáticos no contagian. En esta segunda declaración, en efecto, se equivocó. Pero, ¿se debe hacer una prueba para COVID-19 a los asintomáticos? Vamos a intentar convencer que no se debe hacer la prueba molecular a todos los asintomáticos, salvo a quienes hayan estado en contacto con personas con la enfermedad, y que debemos pasar a fortalecer la capacidad del primer nivel de atención y a brindar a la población herramientas para un mejor manejo en el hogar de las personas que presentan la enfermedad y para la búsqueda oportuna de atención ante el deterioro del estado de salud, que pone en riesgo a la persona.

¿Es necesario, en estas circunstancias, hacer una prueba molecular a todas las personas asintomáticas en el Perú? Necesitaríamos más de 30 millones de pruebas moleculares. Sería muy difícil hacerlo; pero, además, consideramos que sería innecesario y, hasta cierto punto inconveniente, pues desviaría el uso de los recursos a la realización de pruebas de laboratorio, en desmedro de fortalecer las acciones de control de esta enfermedad, que no descansan necesariamente en pruebas de laboratorio para la gran mayoría de posibles infectados.

¿Cuáles son los síntomas de una persona con COVID-19? Como todos sabemos, un porcentaje grande de personas infectadas con el Nuevo Coronavirus SARS-CoV-2 no tiene síntomas. Los que presentan un caso leve, simplemente pueden tener síntomas muy similares a los de cualquier persona afectada por una infección respiratoria aguda de vías superiores producida por otros virus. ¿Es conveniente y práctico hacer una prueba molecular a toda persona con tos, dolor de garganta y fiebre?, ¿es imprescindible hacerlo? La respuesta a estas preguntas es que no. No es conveniente, práctico ni imprescindible.

Para el manejo de una infección respiratoria aguda no es imprescindible hacer un examen auxiliar de este tipo. Se maneja el caso de manera sintomática. Estamos claros que la COVID-19 no es una simple infección respiratoria aguda; pero eso no quiere decir que a toda persona con síntomas se tenga que hacer la prueba molecular de manera obligatoria.

¿Para qué se hace la prueba molecular a una persona con síntomas de probable COVID-19? Es evidente que para detectar y trazar todo nuevo caso y ACTUAR de inmediato, para tomar decisiones, básicamente de control y no tanto terapéuticas, porque en los casos leves de COVID- 19 no se necesita dar medicación especial o específica alguna. Eso se nos ha enseñado en los estudios de pregrado a los profesionales de la salud que tienen participación directa en el manejo de estos casos.

Se hace la prueba molecular para que, de ser positiva, rápidamente se emprenda la busca activa o rastreo de las personas que han estado o están en contacto con el paciente, para que sean ubicadas, analizadas y sometidas a cuarentena o aislamiento físico, de ser necesario. De esta manera se busca cercar, aislar el caso, y evitar la propagación de la enfermedad en la comunidad. La prueba molecular positiva obviamente, ayuda al manejo mismo del paciente, para su monitoreo y seguimiento personalizado, en busca de cualquier indicio de empeoramiento del caso, para buscar, de ser necesario, su oportuna transferencia a un hospital que pueda manejar casos moderados y severos de la enfermedad.

Es fundamental que la persona con síntomas leves y sus familiares que están en contacto cercano tomen las medidas de prevención del contagio y la propagación de le enfermedad: usar mascarilla, lavarse frecuentemente las manos con agua y jabón, cubrirse la boca y la nariz con la cara anterior del codo al toser o estornudar. Estas medidas preventivas deben tomarse de inmediato, sin esperar el resultado de la prueba molecular. Estas medidas deben ponerlas en práctica todas las personas, todas las familias. Para ello no es necesaria prueba de laboratorio alguna. 

Para ello es importante lograr convencer a las personas de la importancia de cumplir estas prácticas saludables clave y de ayudarlos a sortear las barreras que hacen difícil que las cumplan. No debemos depender de las pruebas moleculares par las medidas preventivas.

Lo que debemos exigir no es que se haga la prueba molecular a los asintomáticos, si no están o no han estado en contacto estrecho actual o reciente con una persona afectada con la  COVID-19. Pretender lo contrario sería abarrotar más los ya desbordados servicios de salud del país y descuidar la real labor de prevención que todas las familias deben adoptar y a las cuales el sistema de salud del país debe apoyar con mucha mayor fuerza y constancia.

¿Nos parece apropiado que se hagan pruebas moleculares a un número muy grande de personas, para que luego, solo un porcentaje pequeño de estas pruebas sean positivas? Frente a las serias consecuencias inmediatas y las secuelas que la enfermedad puede tener para muchas personas que enferman gravemente, es probable que haya que exagerar un poco, que pequemos más por exceso que por defecto; pero es legítimo que nos preguntemos si la gran cantidad de pruebas negativas estuvieron bien indicadas: ¿se justificaba hacerlas?

En todo caso, nuestra intención no es proponer el abandono de las pruebas moleculares, sino la de plantear un uso más racional de los recursos, en especial, cuando la ruralización de la pandemia se acentúe más. En las condiciones de carencia y de dispersión de las áreas rurales alejadas será muy difícil que se disponga a tiempo estas pruebas, que su procesamiento se haga con la inmediatez que se requiere para su utilidad, tanto en el manejo de los casos, como en las medidas de prevención, para evitar la propagación de la enfermedad.

En la zona rural no podemos descansar fundamentalmente en las pruebas moleculares, sino en un manejo sindrómico, en el que la clínica juega un rol fundamental, al que los exámenes de laboratorio pueden contribuir, pero de los que no deberíamos depender totalmente.

Hace casi 30 años el Perú fue afectado por la pandemia del cólera, una enfermedad infecciosa que en episodios anteriores había tenido una letalidad muy grande y que en 1991 se extendió prácticamente a toda América, con excepción de Uruguay. Su control no reposó solo en los exámenes de laboratorio. Ahora tampoco debería hacerlo. Será fundamental capacitar al personal del primer nivel de atención para el adecuado manejo sindrómico y para evitar la medicalización innecesaria del manejo. No vayamos a continuar con la mala práctica reciente de, ante todo resultado de laboratorio positivo para la COVID-19, incluso de las pruebas serológicas, indicar los innecesarios tratamientos como los de la hidroxicloroquina o la medicación con corticoides en etapas en las que el uso de estos medicamentos puede ser más dañino que beneficioso. En la epidemia del cólera fue fundamental el trabajo que se hizo por el adecuado y oportuno uso de la rehidratación oral en la comunidad ante todo caso de posible cólera. Ahora se necesita algo similar: Debemos enfocarnos en una intensa capacitación al personal del primer nivel de atención para el manejo adecuado de casos y el cerco epidemiológico efectivo de casos y sus contactos, apoyada por la comunicación masiva, para que la población continúe con las medidas preventivas y, frente a un posible caso de COVID-19, con síntomas leves, estén muy atentos, vigilantes, para detectar algunos pocos signos de mayor severidad, que indiquen que la persona, por la inminente necesidad de suministro de oxígeno, deba ir de inmediato a un servicio de salud con capacidad para resolver esta situación de emergencia.

¿Qué se podría hacer, qué signos podríamos usar para que la comunidad tenga información de cuándo una persona con posible COVID-19 debe acudir de inmediato a un servicio de salud en busca de atención de emergencia?

Creemos que es importante guiarse por los antecedentes efectivos. Un antecedente muy importante en el país es la reducción de la mortalidad en los niños por infecciones respiratorias agudas, que se produjo en la década de los 90 del siglo pasado, antes de la inclusión de la inmunización contra el neumococo y el Haemophilus Influenza, dos bacterias responsables de un porcentaje importante de casos de neumonía en la infancia y en las personas de la tercera edad.

En dicha década se produjo una importante reducción de la mortalidad por neumonía en niños gracias a la concientización de la comunidad, en especial de las madres, que si un niño con tos tiene RESPIRACIÓN RÁPIDA, debe ser llevado de inmediato al servicio de salud más cercano, porque puede tener neumonía. Se difundió el mensaje siguiente: “Si tu niño tiene respiración rápida, llévalo rápido al servicio de salud”. Se hizo campañas anuales de difusión de estos mensajes, que perduraron hasta los primeros años de este siglo, especialmente en los meses de mayo a agosto. Todo esto se complementó con el manejo adecuado de casos en los servicios de salud. La muerte por neumonía en niños se hizo una noticia que anualmente los corresponsales regionales de los principales medios masivos de comunicación transmitían a nivel nacional.

Ahora, del mismo modo, podemos y debemos difundir mensajes para que las personas posiblemente afectadas por la COVID-19, con signos leves, sean manejados, tratados, cuidados, en el hogar, con las medidas de prevención que ya conocemos y que, si tienen RESPIRACIÓN RÁPIDA, si tienen más de 21 respiraciones por minuto, de inmediato tienen que ir al hospital, como se ha propuesto recientemente2 3 4, ante la inminente necesidad de recibir el suministro de oxígeno. Este es un mensaje clave que podría ayudarnos a disminuir la consulta tardía a los servicios de salud, que es un factor que propicia una mayor letalidad de esta enfermedad. Si la familia dispone un oxímetro de pulso, para medir la saturación de oxígeno en la sangre, mucho mejor.

En conclusión, luego de 6 meses de la llegada de la pandemia al país, la lucha por el control de la pandemia, que casi nos ha desbordado, pasa ahora no tanto por fortalecer el manejo en los servicios de alta complejidad, sino por optimizar el control en la comunidad, en el primer nivel de atención. La lucha es ahora cuerpo a cuerpo, casa por casa y debe ser acompañada de una intensa labor de educación para la salud.

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