INTRODUCCIÓN

La pandemia de la COVID-19 ilustra de manera impactante las grandes  relaciones  entre la política, la economía y la salud pública. Durante mucho tiempo los expertos en salud pública han venido advirtiendo que el mundo probablemente enfrentaría una grave pandemia e instado a un mayor grado de preparación para enfrentarla con éxito. Sin embargo, a los gobernantes que en su gestión cotidiana se focalizan  en los problemas inmediatos de carácter económico les resulta difícil invertir tiempo, dinero y capital político para abordar la posibilidad abstracta de una crisis futura. Por ello, la mayor parte del mundo no estaba preparada para una amenaza sanitaria mundial de la magnitud planteada por este nuevo coronavirus. Es así, que mientras la pandemia recorre todo el mundo, las distintas políticas nacionales  de respuesta a la  misma, diseñadas por los “expertos”,   se muestran  limitadas en sus logros, por las restricciones  impuestas  por los distintos  contextos  –  políticos, económicos, sociales y culturales –   en que deben ser aplicadas, así como por  las debilidades institucionales de los sistemas de salud nacionales. En esa situación de pandemia mundial y de creciente desconfianza en la opinión de los “expertos”, algunas autoridades gubernamentales y algunos grupos  de la sociedad, se han resistido a las recomendaciones de los especialistas en salud pública, esperando que se relajaran las restricciones y se volviera a la normalidad antes de que los peligros hayan desaparecido.

Al mismo tiempo, a nivel internacional, las respuestas de los gobiernos a la pandemia ilustran las crecientes dificultades políticas para la cooperación mundial. Una respuesta internacional coordinada es, sin duda, la mejor forma de hacer frente a una emergencia sanitaria internacional: “los microbios no respetan fronteras”. Sin embargo, algunas  autoridades gubernamentales  presionadas por intereses económicos o electorales  han tomado decisiones que imponen costos a otros países, así como limitan la cooperación internacional. Organismos internacionales como la OMS y la UNESCO  procuran coordinar una respuesta cooperativa mundial a la crisis, pero pueden carecer de poder concretar sus esfuerzos ante las fuertes presiones políticas de corte nacionalista.  

Por otro lado, la  pandemia del COVID-19 tiene una particularidad que la distingue de cualquier otra crisis sanitaria que haya azotado al mundo en el pasado. La diferencia es el rol que juegan las redes sociales y el impacto que ellas generan en las personas. Actualmente, potentes plataformas digitales capaces de viralizar en segundos, y en todas partes del mundo, información valiosa, pero, también, argumentos falsos que amenazan a la población, en cuanto las personas validan como ciertos datos que, en realidad, nadie corroboró. Al compartirlos casi de manera automática, se alimenta la red de engaño y se nutre una trama desinformativa de contenidos no verificados altamente peligrosos para la población. Como respuesta inicial a este problema,  la UNESCO ha  lanzado  una serie de contenidos digitales, con recomendaciones para que los ciudadanos validen  los contenidos que vienen consumiendo durante la pandemia. Además, invita a medios de comunicación de los   organismos gubernamentales y académicos que socialicen  entre sus audiencias aquellas opiniones y prácticas que impulsan un manejo verificado o validado  de los contenidos que circulan por las redes sociales. De manera concordante con esa intención de la UNESCO, las siguientes páginas tienen la pretensión de socializar, entre los lectores de esta publicación, una compilación de loa  comentarios  que  sobre el tema de la pandemia COVID-19 y la salud pública  han efectuado un filósofo y sociólogo de la Escuela de Frankfurt;  una médica, política y funcionaria de Naciones Unidas; así como tres economistas funcionarios del Fondo Monetario Internacional.

COMENTARIOS DE UN FILÓSOFO

Jürgen Habermas, es uno de los pensadores mundiales  más destacados de la actualidad.  Sociólogo y filósofo alemán. Principal representante de la “segunda generación” de la Escuela de Frankfurt, entre 1955 y 1959 trabajó en el Instituto de Investigación Social de la ciudad. En 1983 obtuvo la cátedra de Filosofía y Sociología en la Universidad Goethe de Frankfurt,  universidad en la que permanecería hasta su jubilación en 1994, cuando pasó a ser reconocido como  profesor emérito de la misma Universidad.


Jurgen Habermas

LOS LÍMITES DEL SABER DE LOS EXPERTOS

Habermas, en una larga entrevista concedida a Le Monde, el  4 de abril del 2020,  sobre la  crisis del coronavirus,  iniciaba  sus  comentarios  afirmando  lo siguiente: “Una cosa se puede decir: nunca habíamos sabido tanto de nuestra ignorancia ni sobre la presión de actuar en medio de la inseguridad”. 

Desde un punto de vista filosófico, Habermas cree que la crisis del COVID-19 ha servido para que la opinión pública tome conciencia de los límites del saber de los expertos, que en circunstancias como las actuales no pueden indicar con seguridad qué se ha de hacer. “El escenario en que se desarrolla una acción política sumida en la incertidumbre pocas veces se ha puesto de manifiesto de una manera tan clara”.

En su opinión, en nuestras sociedades complejas nos enfrentamos permanentemente a grandes inseguridades “pero estas aparecen de forma local y no simultánea y son resueltas en uno u otro subsistemas de la sociedad por expertos (…) Ahora en cambio la inseguridad existencial es global y simultánea y está incluso en la cabeza de los individuos conectados a las redes de comunicación (…) Cada individuo aislado es informado de los riesgos de la pandemia porque para luchar contra ella el autoaislamiento del individuo es la variable más importante en consideración de los sistemas sanitarios saturados“.  Además, precisaba  que  la inseguridad no sólo se refiere a la lucha contra la pandemia sino  también a las consecuencias económicas y sociales que son impredecibles. Aunque, a diferencia de lo que ocurre con el virus, en lo relativo a las consecuencias económicas hay expertos que puedan estimarlas con cierta seguridad. Advirtiendo, finalmente, “Los economistas y los sociólogos tienen que tener cuidado con pronósticos imprudentes“.

LOS GRANDES DESAFÍOS ÉTICOS EN LA PANDEMIA

En esa misma entrevista, Habermas señala que “En el desarrollo de la crisis se ha visto algunos políticos que vacilan en basar su estrategia en el principio de que el esfuerzo del Estado por salvar la vida de todos sus ciudadanos debe tener prioridad frente al cálculo utilitarista de las consecuencias económicas que puede tener esa estrategia“.  Vacilación que expresa la existencia de dos graves desafíos éticos: la prioridad en el triaje en los hospitales desbordados y la decisión sobre cuándo levantar el confinamiento. En los dos casos, existe el peligro de responder a ellos con decisiones contrarias a la dignidad humana. Al respecto, la historia de la filosofía, según como la interpreta el autor, nos lleva a la idea irrenunciable de la dignidad de cada individuo de la especie humana y a la igualdad de derechos entre todo ellos. 

Con relación al primero de esos desafíos,  explica que ante la saturación de los servicios de salud, especialmente de las unidades de cuidados intensivos, los médicos pueden verse obligados a decidir sobre  que enfermos tienen  prioridad o preferencia cuando no es posible atender a todos como se debería. Se pueden introducir así, en los protocolos de clasificación, motivaciones utilitaristas, y los profesionales sentirse arrastrados a “comparar el valor de una vida humana con el valor de otra”, dando preferencia, por ejemplo, a los de menor edad frente a los mayores.  A juicio de Habermas, se debe evitar, en esa situación tan grave, que sean las razones económicas las que determinen las decisiones sobre la salud de las personas. De otro modo, se conculcaría el deber de tratar igual a todos, con independencia del estatus, el origen y “la edad”.  La ética exige que, en estas circunstancias trágicas, el médico tome sus decisiones “exclusivamente a tenor de indicios clínicos que permitan pensar que el tratamiento en cuestión tiene gran probabilidad de éxito”.

Con relación al segundo desafío, en el cual la pandemia plantea otra cuestión que afecta especialmente a la dignidad humana: cuándo se debe poner fin al confinamiento. Son las autoridades las que deben resistirse a la “tentación utilitarista” al sopesar, “por un lado, los daños sociales y económicos y, por otro, las muertes que se pueden evitar”. Los políticos, dice Habermas, no deben levantar apresuradamente el aislamiento para aliviar la consiguiente crisis económica, si eso pone en peligro la vida de los ciudadanos. Pues los derechos fundamentales “prohíben que las autoridades públicas tomen decisiones que supongan la muerte de personas”. De hecho, proteger a las personas es lo único que puede justificar la restricción de las libertades en una situación excepcional como la pandemia del coronavirus, que amenaza la vida y la integridad física de los habitantes del país.

COMENTARIOS DE UNA FUNCIONARIA DE NACIONES UNIDAS

Michelle Bachelet

Michelle Bachelet Jeria,  médica y política chilena,  ostentó la presidencia de su país en dos periodos: 2006-2010 y  2014-2018. En el año 2010, fue nombrada como primera Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, organismo que vela por la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer. Desde  2018  desempeña el cargo de  Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

LOS GRANDES DESAFÍOS ÉTICOS EN LA PANDEMIA

Michelle Bachelet, durante una conferencia de prensa virtual en Ginebra del 14 de  mayo del 2020 (https://news.un.org/es/story/2020/05/1474382) , coincidía con Habermas, cuando afirmaba que  la pandemia de coronavirus no puede ser contenida por la política o por ideologías, ni por un enfoque solamente económico, “Tales enfoques simplemente no son sostenibles. Y tampoco serán sostenibles en el futuro. No podremos simplemente regresar a la economía “normal” y a otras partes del statu quo anterior a COVID-19 cuando termine la pandemia. Esa debería ser la lección más importante aprendida de esta crisis”.

Equilibrar los imperativos económicos con los imperativos de salud y de derechos humanos durante la pandemia COVID-19 será una de las experiencias más delicadas, desalentadoras y definitorias para todos los líderes políticos y todos los Gobiernos”.    “Tienen que lidiar con el manejo de la situación médica de la manera más efectiva posible, al mismo tiempo que intentan evitar que sus economías colapsen, con todos los efectos devastadores adicionales que esto tendrá, y ya está teniendo, en sus poblaciones. En el futuro, los principales desafíos de derechos humanos continuarán estando inextricablemente entrelazados con los médicos y económicos”, explicó.

LAS LECCIONES QUE DEJA LA PANDEMIA HASTA AHORA

Para M. Bachelet, está claro cómo ni siquiera los países más ricos y poderosos estaban listos para hacer frente a una pandemia como la actual, a pesar de la gran cantidad de advertencias de larga data de los expertos médicos de que iba a suceder eventualmente. Reiteró, además,  que si bien el virus no en sí no discrimina, sus impactos desiguales han dejado al descubierto las desigualdades sociales y económicas provocadas por el hombre de las que se alimenta. Una serie de lecciones ya se están volviendo claras, incluyendo que descuidar los derechos económicos y sociales de partes de la población al final repercute en todos los demás. 

“Cuán bien aprendamos esas lecciones será de gran ayuda para determinar la escala y la duración de esta pandemia en particular. También debería ayudarnos a estar mejor preparados para prevenir o contener futuras pandemias, incluidas las que son potencialmente más mortales que COVID-19”. La Alta Comisionada afirmó que esas lecciones debían ser aplicadas a otras crisis inminentes, como el cambio climático.

“Ahora estamos entrando en un período aún más complicado, con algunos países que comienzan a abrirse nuevamente después de los bloqueos, mientras que otros ven trágicamente que sus tasas de infección y mortalidad comienzan a dispararse por primera vez. Es probable que la segunda y hasta la tercera oleada de COVID-19 ocurran en diferentes lugares en diferentes momentos con diferentes grados de severidad”, alertó.

SALIR DE LA CUARENTENA RESPETANDO LOS DERECHOS HUMANOS

Bachelet afirmó ser muy consciente de lo complejo que es encontrar el equilibrio adecuado para los Gobiernos. Según la Alta Comisionada, si la reapertura de las sociedades se maneja de una mala maneratodos los enormes sacrificios realizados durante el cierre inicial habrán sido en vano, y los daños económicos y a las personas se ampliarán significativamente.

La Alta Comisionada expresó que las personas tienen derecho a información precisa sobre la pandemia, además de que tienen derecho a participar en las decisiones que afectan sus vidas, incluida la forma de levantar las medidas de emergencia. Al elaborar planes para levantar los bloqueos, los Estados deben consultar a las comunidades y grupos gravemente afectados, así como a los que están en la primera línea de la pandemia, como los trabajadores de la salud, los trabajadores del transporte público y las personas que trabajan en los sectores de fabricación y distribución de alimentos.

La participación genera una mayor confianza en las autoridades y un mejor cumplimiento de las medidas para restringir el contagio, y es importante reconocer que la libertad de expresión, como otros derechos humanos, es un componente crucial de la salud pública”, acotó Bachelet.

CRITERIOS PARA LEVANTAR EL CONFINAMIENTO

Bachelet enumeró, haciéndose eco de algunas de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, cinco criterios que deben tener en cuenta los países antes de levantar el confinamiento.

  1. Haber cumplido los criterios de cobertura de salud. La OMS ha delineado claramente la necesidad de controlar la transmisión y establecer las capacidades del sistema de salud para detectar, evaluar, aislar y tratar cada caso, y rastrear cada contacto.
  2. Haber introducido medidas para proteger los lugares más vulnerables. Existe amplia evidencia de que las personas que viven juntas en ciertos lugares enfrentan mayores riesgos. Los planes para levantar los bloqueos deben prestar especial atención a estos. “La negligencia de las personas mayores en hogares de ancianos en algunos países durante la primera ola de la pandemia ha sido horrible”, aseveró.
  3. Haber implementado medidas específicas para personas en alto riesgo. La pandemia está teniendo un impacto desproporcionado en las minorías raciales y étnicas y en los trabajadores migrantes. Las personas con discapacidad, y las personas con problemas de salud subyacentes existentes, están en mayor peligro debido a la prevalencia de otros factores de riesgo.  Es por ello por lo que los planes para levantar el confinamiento deben incluir medidas para estas personas, incluidas las pruebas y la provisión de atención médica de fácil acceso. “Nunca antes había sido tan claro que es importante para todos nosotros que nadie quede excluido de los esquemas de protección social. Y en algunos países tales esquemas apenas existen”, sostuvo.
  4. Haber tomado medidas para proteger a los trabajadores. Al levantar los bloqueos, aquellos que no tienen ingresos estables, aquellos que no pueden trabajar de manera remota y todos los que tienen trabajos esenciales, que no son solo trabajadores de la salud, enfrentarán los mayores riesgos, previó Bachelet. “Las medidas para proteger a dichos trabajadores deben incluir asegurar que aquellos con trabajos que involucran el contacto con muchas personas tengan el equipo de protección adecuado, como máscaras, desinfectantes y materiales de protección. Se necesitan reglas claras para proporcionar protección a los trabajadores y miembros del público. Y todas las formas de transporte público deben ser lo más seguras posible”. 
  5. Asegurarse de que la población esté comprometida para el futuro. Las personas tienen derecho a información precisa sobre la pandemia, además de que tienen derecho a participar en las decisiones que afectan sus vidas, incluida la forma de levantar las medidas de emergencia. Al elaborar planes para levantar los bloqueos, los Estados deben consultar a las comunidades y grupos gravemente afectados, así como a los que están en la primera línea de la pandemia, como los trabajadores de la salud, los trabajadores del transporte público y las personas que trabajan en los sectores de fabricación y distribución de alimentos.

COMENTARIOS DE FUNCIONARIOS DEL FMI

En la Revista Finanzas  & Desarrollo, publicación trimestral del Fondo Monetario Internacional (FMI) de Junio de 2020  se incluyen unos comentarios de tres funcionarios de esta entidad  – Dabla-Norris, Vitor Gaspar y Kalpana Kochhar –, donde se  señalan algunos puntos de referencia para el diseño de  un orden internacional tras  el COVID-19, con el fin de que la humanidad empiece a “prepararse para un mundo desconocido” que surgirá después de esta ola de  pandemia (Vol., 57 Nº2: 24-25).

Revista F&D

Los coautores inician sus comentarios, afirmando que si bien nadie se arriesga a asegurar cómo será el mundo post COVID-19, “todos somos conscientes de que pocas cosas serán igual que antes de que apareciera el coronavirus a finales de 2019. La propia OMS ha vaticinado con claridad que habrá una ‘nueva realidad’ una vez pase la crisis sanitaria, ya que el virus no va a desaparecer”. Y eso es solo desde el punto de vista de la salud. Además, precisan que con relación a la salud pública hay muchas incógnitas: ¿cuánto se tardará en desarrollar y administrar vacunas eficaces?, ¿cuánto durarán el brote y los confinamientos?, ¿es probable que se repitan?, ¿cuáles serán las repercusiones económicas? Sin embargo, enfatizan que aún en esta situación de incertidumbre, es posible identificar tres puntos de referencia para el establecimiento de un nuevo orden internacional tras  COVID-19.

  1. Es vital la colaboración internacio­nal para articular respuestas de salud pública eficaces que se basen en un consenso científico sólido sobre las causas de la enfermedad y la forma de mitigarla. Las respuestas de salud pública exigen un enfoque uni­versal de las pandemias. Cada vez más, las economías de mercados emergentes y en desarrollo, no están nada preparadas para afrontar el shock sanitario y económico actual,  y se encuentran cada vez más en la primera línea de la propagación de la enfermedad. A menos que se logre contener el virus en todo el mundo, no pueden descar­tarse una tercera y posteriores olas de brotes pandémicos. Es  importante  garantizar que la producción y distribución de las futuras vacunas y tratamientos a escala mundial sea rápida, tenga un costo accesible y esté al alcance de todos. Para alcanzar este objetivo, será necesario que las normas de fijación de precios y fabricación se diseñen y apliquen respetando la colaboración y la solidaridad a escala internacional.
  2. El Gran Confinamiento ha hecho de la tecnología el eje del empleo, el consumo, la oferta, la interacción y la distribución.  El uso de la tecnología para abordar la pandemia es generalizado: desde la predicción y la modelización de los brotes, hasta el rastreo de contactos impulsado por la comunidad. Rápidamente, videoconferencias, escritorios remotos y nuevas plataformas sociales han pasado a ser la base del teletrabajo, una tenden­cia que seguramente persistirá después de que se levante el confinamiento. La digitalización de los servicios —telesalud, educación en línea, transferencias monetarias y asistencia de emergencia a los vulnerables— ha sido la base de las respues­tas de los países. También es urgente adaptar y reformar los sistemas educativos y la capacitación laboral para reducir la asimetría entre la oferta y la demanda de mano de obra en un mundo laboral basado en las tecnologías. Además, la pandemia ha puesto de manifiesto la desconexión que existe entre los trabajadores considerados esenciales en esta lucha —como los que trabajan en la atención sanitaria, el cuidado de mayores, la agricultura y las tiendas de comestibles— y sus precarias prestaciones y seguridad laboral. Habrá que abordar los graves déficits de protección social de estos trabajadores y el sinnúmero que trabaja en la economía informal.
  3. En tercer lugar, las pandemias, como las amenazas climáticas, constituyen un crudo recordatorio de la impor­tancia de los fenómenos naturales y la necesidad de garan­tizar la resiliencia a largo plazo. Las medidas relacionadas con el cambio climático y la sostenibilidad adquieren una prioridad renovada, coincidiendo con la aplicación de paquetes de estímulo fiscal para poner en marcha la recuperación económica. Estas inversiones podrían incluir la construcción de infraestructuras de energías renovables y carreteras y estructuras más resilientes, la ampliación de la capacidad de la red eléctrica, la modernización de edificios y el desarrollo y la aplicación de tecnologías para descarbonizar las industrias pesadas.

Finalmente, los coautores  señalan una preocupación que compartimos. La alta posibilidad de que los altos poderes fácticos mundiales  traten de crear  un orden pos-COVID-19, en el que  persistan los viejos problemas estructurales de las sociedades modernas puestos de relieve por la crisis. Para evitar ello, será necesario abordar de manera auténtica las tareas destinadas a tratar de superar la pobreza, la desigualdad desenfrenada, la disminución de la biodiversidad, la degradación ambiental y la escasez de agua limpia, pero también las otras desigualdades sociales de siempre. La forma en que protejamos y ayudemos a los vulnerables pondrá a prueba nuestra humanidad. Sin embargo, también señalan la existencia de un “pequeño resquicio de esperanza”: se han movilizado recursos para fines públicos a una escala vista solo en tiempos de guerra. La solidaridad acumulada en tiempos de confinamiento y enfermedad en todo el mundo puede servir de base para un futuro más justo: la guerra actual y futura se libra y librará contra un enemigo común: la injusticia.

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