Capítulo 9 del libro: “San Fernando y su contribución a la moralidad médica en el Bicentenario de la independencia del Perú“.


Democratización y responsabilidad social sanfernandina

El contexto nacional en la década de los sesenta

Desde el comienzo de la segunda mitad de la década de 1950, el apoyo que los primeros gobiernos populistas dieron  a la educación secundaria había masificado los contingentes de jóvenes de los sectores medios y populares que aspiraban ingresar a la Universidad, como un medio de ascensión social. En esta situación se promulgó la Ley Universitaria de 1960 (Ley 13417), que provocó una expansión enorme  de la población universitaria procedente de esos sectores. Como uno de los efectos de este cambio, al final de la década de los sesenta,  en la mayoría de escuelas y universidades públicas se había consolidado una visión de la sociedad peruana que descalificaba el papel desempeñado en nuestra historia por las clases sociales  altas, a la par que exaltaba los movimientos sociales.  Esta visión crítica, además de ofrecer una nueva lectura de la realidad del país, legitimaba  tanto una ética igualitaria como  un impulso democrático a ser asumidos de manera auténtica por el dirigente popular, el profesor de colegio, el estudiante universitario y el militante de base. En palabras de  Manuel Burga,  historiador y ex-rector de la UNMSM, eran los años iniciales de la  Universidad Popular, cuando la “posición de clase” se vuelve  más importante que la docencia y la investigación de calidad.

La Ley 13417 fue el primer instrumento legal que estableció con claridad la triple función universitaria de enseñanza, investigación y proyección social a la comunidad. Reimplantó asimismo el cogobierno estudiantil, el concurso de cátedras, el tiempo completo y la dedicación exclusiva, entre otras reformas a la enseñanza universitaria, y pretendía rediseñar la vieja universidad, vista como elitista y antidemocrática.

En ese contexto  se sucedieron dos gobiernos constitucionales y uno de facto. El  de Manuel Prado, que gobernó con el apoyo de la convivencia apro-pradista (1956-1962). El de la Junta Militar de Pérez Godoy-Lindley, que gobernó  de facto, dando  inició a la planificación nacional (Julio 1962-julio 1963). El de Fernando Belaúnde, que gobernó con  la  oposición parlamentaria mayoritaria de la coalición Apra-Unión Nacional Odriista (Julio 1963-octubre 1968).   Al final de este último, la sumatoria de los efectos políticos de la impotencia gubernamental para enfrentar la crisis económica de 1967-1968, y los de la frustrada pretensión de resolver el  “problema de la Brea y Pariñas” a través de la Acta de Talara , propició el estallido de la revolución institucional de la fuerza armada, encabezada por el general Velasco.   

El cisma sanfernandino

En abril de 1960, siendo Presidente de la República, Manuel Prado; Rector de la UNMSM, José León Barandiarán;  y Decano de  San Fernando,  Alberto Hurtado, se promulgó  el nuevo Estatuto Universitario (Ley 13417), en el que se  establecía el llamado “cogobierno del tercio estudiantil”. Sin embargo la misma ley en su artículo 34 señalaba: “Las Facultades de Medicina por la índole de sus estudios, se regirán en lo académico, administrativo, y en la constitución de su gobierno, con la representación de los profesores de todas las categorías y de los estudiantes de acuerdo a los Estatutos y Reglamentos que dicten al efecto dichas Facultades”.

En mayo de 1960, la Asamblea Estatutaria Universitaria de San Marcos acordó que, los Consejos Universitarios y de las Facultades, así como demás Comisiones, incorporasen de inmediato la representación estudiantil respectiva en la proporción del tercio, acuerdo que dos semanas después fue ratificado por el Consejo Universitario. El Consejo de la Facultad de Medicina no aceptó  ese acuerdo  por  ser contrario a lo dispuesto en el art. 34 de la Ley Universitaria, así como por considerar que el cogobierno estudiantil es “incompatible con los requisitos que exige la educación médica y desvirtuarse la función que corresponde a los alumnos en la vida universitario”.

Se inicia así un enfrentamiento público sobre la aplicación de dicho artículo entre las organizaciones estudiantiles universitarias, apoyadas por las autoridades rectorales, y los catedráticos de la Facultad de San Fernando, liderados por el Decano.  Los hechos sucedidos en ese lamentable enfrentamiento han sido descritos, comentados y socializados en varias  importantes publicaciones, la última de las cuales ha sido escrita el año 2017 por los profesores Eduardo Zárate y Max Cárdenas: Sociedad y cogobierno en San Marcos, Lima, 1961.

En medio de ese enfrentamiento, la Asamblea Universitaria de San Marcos eligió el 26 de abril de 1961, a Luis Alberto Sánchez como nuevo Rector de la UNMSM. Por otra parte, el 10 de mayo de 1961, al realizarse las elecciones de las nuevas autoridades de la Facultad de Medicina, Honorio Delgado fue elegido por unanimidad como el nuevo Decano en reemplazo del Dr. Hurtado;  elección en el que no hubo participación estudiantil. Estos hechos agudizan el enfrentamiento comentado debido a que era conocida  la diferente posición, que con relación al cogobierno estudiantil, tenían ambas autoridades. 

Trasladada la solución del problema al Parlamento Nacional, el 4 de julio de 1961 la Cámara de Diputados acordó derogar el art. 34º. Al día siguiente, los profesores sanfernandinos pusieron a disposición del Consejo de la Facultad de Medicina la renuncia de sus cátedras y cargos. El día 24 del mismo mes, el Senado aprobó un artículo único sustitutorio del aprobado por diputados,  en el que  encargaba al Consejo Interuniversitario, conformado por los rectores de las universidades,  que decidiera inapelablemente  sobre la solución del problema del tercio estudiantil en las facultades de medicina.

Al día siguiente de esa decisión del Senado, el Decano de la Facultad convocó a una Asamblea de todos los profesores “renunciantes”.  En ella, Hugo Pesce presentó y defendió una moción de reconsideración de las renuncias presentadas, invocando la responsabilidad del claustro ante su misión académica  permanente, manifestando que era “mejor dar la lucha desde adentro”. Pero, los demás miembros de la Asamblea acordaron formalizar la presentación de sus renuncias docentes “por no tener garantías suficientes” para poder realizar dicha lucha  en condiciones de justicia.  Asimismo, los renunciantes acordaron constituirse en  la Unión de Docentes Cayetano Heredia, moción presentada por Víctor Alzamora Castro y otros profesores.  

Finalmente,  el 11 de agosto de 1961, las autoridades sanfernandinas y más de 400 profesores formalizaron sus renuncias, masivamente, a San Fernando en protesta a la ratificación del cogobierno estudiantil  y crearon, posteriormente, lo que es hoy la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Cisma institucional que interrumpió el largo proceso académico que inició Hipólito Unanue, fortalecieron Cayetano Heredia y Ernesto Odriozola y engrandecieron sabios maestros sanfernandinos que elevaron a las más altas cumbres la medicina nacional.

Cuarenta y cinco años después de esa crisis institucional, con ocasión de la celebración del,   sesquicentenario de la fundación de la Facultad de Medicina de San Fernando, su Decano Ulises Núñez Chávez hacía un comentario desapasionado sobre las consecuencias  de aquella crisis: “… este Sesquicentenario, en que cicatrizadas las heridas del doloroso trauma del 61 y comprendiendo la posición principista de nuestros maestros de entonces, mas no compartiendo su actitud, hemos dejado atrás el pasado, hemos aprendido de nuestros errores, fortaleciéndonos en el trabajo conjunto y armonioso, sumando esfuerzos en metas comunes, dejando posiciones personales o de grupo y pensando solo en la excelencia académica y administrativa de nuestra Facultad, con la esperanza de una competencia interinstitucional justa y alturada, como corresponde a los herederos de tan ilustre y noble estirpe” (U. Núñez, 2006, p. 3-4)

Renacimiento académico de la Facultad de Medicina de San Fernando

Los miembros de la comunidad universitaria fueron testigos   de excepción del esfuerzo denodado de maestros, como Héctor Colichón Arbulú, Alberto Cuba Caparó Alberto Guzmán Barrón y Hugo Pesce Pescetto, entre otros ilustres profesores que, con lealtad especial, se negaron a abandonar San Fernando, para reiniciar su funcionamiento y, luego, reestructurar “desde adentro” al Alma Mater de la medicina peruana. Reestructuración, que debía encaminar a la Facultad hacia el logro de metas académicas de excelencia,  concordantes con la democratización administrativa y sus responsabilidades sociales  en el cuidado de la salud y el desarrollo nacional. En circunstancias que  dejaba de ser la única Facultad de Medicina del país.

En la coyuntura de crisis generara por el cisma, el Consejo Superior de la UNMSM expidió el 13 de septiembre de 1961 las normas que crean la Junta Transitoria de la Facultad de Medicina, la cual fue  presidida por Héctor Colichón.  El 2 d enero de 1962, el Consejo Universitario dictó la Resolución Nº 19243 que constituye el Consejo de Facultad Provisional que , luego, eligió a Alberto Cuba como Decano Provisional hasta agosto del mismo año, cuando fue reemplazado por elección del Decano Titular.  Ese Consejo Provisional  estableció y realizó con éxito las acciones necesarias para realizar los concursos de las numerosas plazas  vacantes  y normalizar el funcionamiento  de la centenaria Facultad.

Normalizado el funcionamiento administrativo de la Facultad  se eligió  como Decano titular para el período 1962-1965,  a Alberto Guzmán Barrón; quien, posteriormente sería reemplazado por Jorge Campos Rey de Castro, para el período 1965-1968. Durante la gestión de Guzmán, se  llevó a cabo la reorganización académica de la Facultad, así como  se crearon la Escuela de Graduados  y la Escuela de Enfermería, a nivel universitario. Luego, durante el decanato de Campos Rey se impulsó el proceso de reforma curricular, orientada hacia una medicina integral socialmente  responsable, realizando para ello diversas acciones;  entre ellas,  dos importantes seminarios de educación médica a los que nos referiremos más adelante.  .

Hacia la Medicina Integral socialmente responsable

La crisis institucional producida por el cisma creó una oportunidad especial para tratar de modificar la orientación biomédica y asistencialista en la formación médica, con tendencia a la especialización, hegemónica en el pensamiento de los profesores renunciantes. Es en este sentido de reorientación académica que, en el año 1962, el Consejo Provisional de la Facultad, encargada de la superación de aquella crisis, nombró una Comisión para la elaboración del Proyecto de un nuevo Plan de Estudios sanfernandino que estuviera a tono con las nuevas orientaciones sociales y preventivistas de la enseñanza médica. Comisión presidida por el Dr. Alberto Guzmán Barrón, quien había estado en la Universidad de Harvard (1956) estudiando la nueva organización de la enseñanza y la investigación médica en esta prestigiosa institución. El Proyecto finalmente aprobado proponía una organización académica de la Facultad en diez departamentos, que agrupando funcionalmente a las distintas cátedras garantizaran una enseñanza integral de la Medicina. Uno de estos departamentos era  el de las Ciencias Médico Sociales, a cargo de las asignaturas afines a la Salud Pública y que reemplazaría a la antigua cátedra de Higiene y Medicina Social.

En el Proyecto del nuevo plan de estudios se consideró como una condición necesaria para la reforma curricular, que el Departamento de Ciencias Médico Sociales (DCMS) extendiera sus actividades a todos los años de estudios de la carrera médica y, luego, las integrara a las desarrolladas por los otros Departamentos. Con esta finalidad, se propuso que dictara, en el primer año del plan de estudios, un cursillo de Higiene y Biometría; en el segundo, Estadística Médica; en el tercero, Epidemiología; en el cuarto,  Antropología Social; y en el quinto, Medicina Preventiva y Social.  

Para que el DCMS, dirigido por el sanitarista  Carlos Quiroz Salinas,  pudiera cumplir dicho papel, se trató de asegurar  que todos sus nuevos profesores fueran profesionales médicos con larga experiencia en servicios públicos de salud y capacitados en Escuelas de Medicina Preventiva y Salud Pública. Además, se le dotó  de un grupo de científicos sociales de la UNMSMS, contratados para dictar las materias correspondientes a su especialidad que la Comisión de Reforma Curricular había asignado al Departamento.

Durante la gestión de Jorge Campos Rey de Castro se efectuaron en la Facultad dos Seminarios de Educación Médica, en 1966 y 1967, para evaluar los avances en la reforma curricular formalmente vigente desde el año 1962. En ambos eventos se tuvo que insistir sobre  el importante papel que debía cumplir en la reforma curricular el DCMS “actuando de manera coordinada con los departamentos clínicos”. 

La filosofía de la reforma curricular

En el discurso pronunciado por el decano Campos Rey de Castro en la inauguración del  II Seminario de Educación Médica, realizada entre el 23 y el 25 de en enero de 1967 – publicado en Anales de la Facultad de Medicina Nº 50, 1967: pp. 375-377 – se explicitó la filosofía de  progresista, social y nacionalista  de la reforma  curricular que se pretendía instrumentar  en la Facultad desde 1962, así como el importante papel que en esa reforma debía cumplir el Departamento de Ciencias Médicas Sociales (DCMS). Discurso que se transcribe, en  su mayor parte, en los siguientes párrafos.

 “Los maestros y los alumnos de este viejo claustro, una vez que pusimos la casa en orden…, nos hemos impuesto la tarea de darle a San Fernando una orientación concordante no sólo con las nuevas ideas que en materia de Educación Médica han surgido en el mundo, sino concordante también con la problemática nacional y con un nuevo sentido de la ética médica que le impone al médico la obligación de servir y de guiar, no sólo al individuo enfermo sino a todo el núcleo humano al que éste pertenece, conduciéndolo por el camino difícil que lleva al desarrollo”.

“En la educación médica…  hemos estado formando médicos con un sentido individualista, interesados sólo en los aspectos curativos del individuo enfermo; desinteresados de los problemas sociales y económicos que engendran las enfermedades; afanosos por reproducir en nuestro medio los mismos esquemas que pueden ser válidos en países que han logrado derrotar el analfabetismo, las enfermedades infecciosas, las enfermedades de la primera infancia y, a veces, también, a la miseria y a la desnutrición, pero que, en cambio, sufren las consecuencias del gran desarrollo industrial y urbano, con todas las tensiones y problemas psicológicos y sociales (…)  Los países no desarrollados tenemos que buscar nuestras propias fórmulas y adaptar los progresos tecnológicos a nuestra realidad social, cultural y política (…), para que la tecnología moderna nos sirva y resuelva los problemas que nos son propios y que nosotros tenemos que estudiar y hallarles solución”.

“Dentro de este esquema, la educación médica no es una excepción. La tecnología médica es un instrumento importante para lograr el cambio social pero siempre que llene los siguientes requisitos: 1) El currículo de estudios debe estructurarse de tal manera que ponga énfasis en los problemas de salud que tienen significado en los cambios sociales… 2) Establecidas las prioridades sociales, deben estudiarse las características económicas y políticas que determinan la prevalencia de esas enfermedades y correlacionarlas con el contexto cultural de la sociedad que las sufre; 3) Los departamentos de medicina social, actuando en forma coordinada con los departamentos clínicos, son no solo los llamados a introducir esta nueva filosofía sino a ser los instrumentos mediante los cuales se cambie el sentido de la enseñanza, iniciando a los estudiantes en los conceptos de medicina integral, de modo que el médico de mañana tenga una formación científica con sentido social y un conocimiento cabal del medio en el que va a actuar; que encare el problema enfermedad no como un fenómeno que sucede en un individuo aislado, sino que lo afronte en función del medio en que vive ese paciente y del conjunto de elementos políticos, sociales y económicos que lo rodean. Debe también enseñar al médico a trabajar con otros profesionales del campo médico y del campo social cuya función confluye y complementa la labor del médico”.

“El objeto de este Seminario es que, profesores y alumnos tengamos una visión clara de cómo la educación médica puede contribuir eficazmente a impulsar al país hacia el desarrollo, no porque creamos que sólo por acción de sus médicos un país puede salir del subdesarrollo sino porque la salud, es decir, el bienestar físico y espiritual de un pueblo es no sólo la meta del desarrollo sino también es un medio indispensable para llegar a él. En San Fernando estamos haciendo un esfuerzo sincero de cambiar nuestros procedimientos de enseñanza con el nuevo sentido de la medicina social. Este seminario nos reafirmará en este camino y nos dará nuevas luces de como recorrerlo con paso seguro”.

No obstante las intenciones declaradas por las nuevas autoridades de la Facultad y reiteradas en las conclusiones de los seminarios, el desarrollo efectivo del nuevo plan de estudios no fue el esperado  durante su vigencia formal. Es así, que en el año 1968 el DCMS era responsable de solo 280 horas curriculares; y, además,  ninguno de los departamentos clínicos mostró interés en coordinar actividades con las efectuadas por el DCMS. Tal como comentaría posteriormente el mismo Campos,  al referirse a esos resultados, se había  entendido finalmente que la medicina puramente asistencial permanecía al pasado, pero aún no se había procedido a reeducar a todos los docentes sanfernandinos en aquella doctrina, siendo  evidente que un docente  no  puede enseñar algo en lo que no  cree o no comprende.

“Para formar un nuevo tipo de médico que sea capaz de ejercer la medicina integral y actuar como líder de su propia comunidad dentro de su campo específico, en la difícil ruta para alcanzar el desarrollo, se requiere previamente reeducar a los actuales profesores de medicina, cambiar las estructuras de los  organismos en los que se imparte enseñanza y procurar una estrecha coordinación entre las universidades y los organismos estatales responsables de la salud pública” (J. Campos Rey de Castro, 1968, p, 87).

Finalmente, la experiencia de reforma curricular de la formación médica  propuesta fue interrumpida bruscamente en el año 1969, con la nueva vigencia del Decreto Ley Nº 17437, que inició una reforma de la estructura académica universitaria en términos muy distintos a los planteados por la Facultad de Medicina de San Fernando en el año 1962. 

Facultad de San Fernando al final del año 1968

Al final de la década de los sesenta, el plantel de profesores de la Facultad de San Fernando se había completado sin grandes dificultades.  En realidad, en los años anteriores a la crisis, muchos  destacados profesionales médicos, con estudios de posgrado y de especialización en el extranjero, no habían tenido la oportunidad de r ingresar como docentes a la única facultad de medicina de país, Cuando se produjo el cisma, los más destacados de esos profesionales ingresaron a la Facultad  – primero, como profesores contratados y, luego, como nombrados por concurso – copando  la mayoría de puestos docentes vacantes. En el año 1968, el total de profesores principales de la Facultad de San Fernando eran 26, de los cuales 20 no habían sido docentes o no tenían  la categoría de principal en  el año 1957; solo cinco de este total habían sido catedráticos asociados y apenas uno catedrático principal de la Facultad.

 En la relación de profesores principales y miembros del Consejo de la Facultad  de 1968 se incluían los nombres de miembros notables de la comunidad médica peruana de esos años; entre ellos  – además de los citados  en páginas anteriores de este capítulo – los siguientes: Bedoya Hevia  Mariano; Cornejo Donayre, Alberto; Díaz Ufano, Aurelio; Escudero Franco,  Francisco; Lanfranco La Hoz, Carlos; Manrique, Vitaliano; Muñoz Puglisevich, Julio; Rotondo, Humberto; Rotta, Andrés; Seguín, Carlos Alberto; Ubillus, Rodrigo; Valdivia Ponce, Oscar.

Por el lado de las autoridades estudiantiles, durante la década del sesenta se sucedieron en el cargo de secretario general del Centro  de Estudiantes de Medicina (CEM) los siguientes alumnos: Walter Griebenow Estrada  (1959-1960), Antonio Meza Cuadra Velásquez (1960-1962), Alejandro Bazán Gonzáles (1962-1963), Mario Chiappe Costa (1963-1964), Efraín Vázquez Barreda (1964-1965), José Somocurcio Vílchez (1965-1966), Álvaro Vidal Rivadeneyra (1966-1967), y Aníbal Zambrano (1967-1968). Además, habían tenido una actuación importante durante la lucha reformista: Francisco Sánchez Moreno, Salomón Zavala Sarrio, Marcial Matheus Cabrera y  Max Hernándes Camarero; este último,  presidente de la Federación de Estudiantes del Perú en el año 1961. La mayoría de ellos tendrían posteriormente, destacada actuación en los campos académicos y de la administración pública.  

En esos años de cogobierno, las relaciones entre docentes y alumnos fue, hasta la segunda mitad del año 1968, armoniosa en el campo académico. Tanto las autoridades docentes como las estudiantiles compartían, en lo esencial,  las ideas académicos reformistas y políticas progresistas, que se estaban haciendo dominantes en los escenarios nacional y latinoamericano. Los alumnos sanfernandinos anti reformistas se habían trasladado a la nueva Facultad de Medicina Cayetano Heredia.

Al final del año 1968, la Facultad contaba con cuatro Escuelas Profesionales y tres Institutos de Investigación. Las Escuelas eran las de Medicina y Obstetricia, a las que se habían agregado las de Enfermería (1966) y la de Tecnología Médica (1967). Los Institutos eran el de Biología Andina, a la que se habían sumado los de Medicina Tropical (1966) y el de Patología (1967).

Conversión de la Facultad en un Departamento Académico de la UNMSM

En 1969 el autodenominado Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada formalizó el Decreto Ley Nº 17437, que define a la Universidad Peruana como el conjunto de todas las universidades del país, integradas en un Sistema Unitario, así como cambió el régimen de Facultades por el de Direcciones de Programas Académicos. En su Capítulo III se señala la Universidad está conformada  por unidades académicas denominadas Departamentos Académicos, “que constituyen núcleos operacionales de investigación, enseñanza y proyección social, que agrupan a profesores que cultivan disciplinas afines”. En cada Departamento se desarrollan cursos correspondientes a las asignaturas de su especialidad, para servir a los diversos Programas Académicos de la Universidad. 

En ese mismo Capítulo III, se precisa: (i) que se denomina Programa Académico, “a la estructuración curricular funcional de los diversos Departamentos que se coordinan para realizar propósitos específicos de carácter formativo, académico o profesional”; (ii) que cada Programa Académico estará a cargo de una Dirección de Programa, con la responsabilidad de organizar los currículo correspondientes, coordinar su ejecución y realizar su evaluación; (iii) las Direcciones de Programa dependen jerárquicamente del Rector y actúan en estrecha coordinación con los Directores Universitarios.

En aplicación de esa norma, la Facultad de Medicina de San Fernando se convertiría en el Programa Académico de Medicina de la UNMSM. El 11 de diciembre de 1969, se procedió a las elecciones para el cargo de Director del Programa Académico de Medicina, resultando elegido el Dr. Vitaliano Manrique Paredes.

Homenaje a Hugo Pesce, Maestro del compromiso social médico

Desde muy joven, Hugo Pesce comenzó a mostrar  su ejemplar  compromiso con el desarrollo de la sociedad peruana. Es así, que en  la década de los veinte  estableció relaciones amicales y colaboró con el ideólogo José Carlos Mariátegui en la formación del Partido Socialista Peruano  y como su delegado asistió a la I Conferencia Comunista Latinoamericana en Buenos Aires (1929). Asimismo formó parte del grupo de médicos que atendió al mencionado ideólogo antes de su muerte (1930). 

Desde 1932 comenzó a trabajar como  médico sanitario, primero en la colonia de  Satipo y luego  en las zonas de sierra de Apurímac (1935- 1943).  Después de estudiar leprología en Brasil, Uruguay y Argentina (1943), ejerce el cargo de jefe del Servicio Nacional de Lepra del MSPAS, donde fundó y organizó el Programa Nacional Antileproso (1944- 1963). Respetado por todos los sanitaristas tuvo una participación protagónica en el I Congreso Nacional de Salud Pública (1962), donde pronunció, en representación de todos los sanitaristas participantes en el evento, un discurso memorable sobre la responsabilidad social del médico.

Ingresó a la docencia en la Facultad de Medicina de la UNMSM  en el año 1945, luego en 1953 asume el cargo de profesor principal interino de la cátedra de Enfermedades Infecciosas, Tropicales y Parasitarias y, posteriormente, como titular concursado, ocupa la jefatura de dicha cátedra, la que desempeñó por 14 años consecutivos hasta el 15 de mayo de 1967.  Contribuyó en forma decisiva a que la Facultad de San Fernando saliera airosa de una profunda y grave crisis que la amenazó en el año 1961. Pesce decidió permanecer en San Marcos, con el ideal de luchar por la reconstrucción de la Facultad. Su larga trayectoria y experiencia científica, lo llevaron a ocupar altos cargos en esta coyuntura, como el ser miembro de la Junta Transitoria de Administración (1961), de la  Comisión Pedagógica de San Fernando (1964) y del Comité Director del Instituto de Medicina Tropical (1965). Fue uno de los más destacados maestros que lideraron la reconstrucción académica y la normalización del funcionamiento de la centenaria Facultad. En 1968 recibe el título de Profesor Emérito de la Decana de América.

Recibió importantes reconocimientos por sus altos méritos como académico y hombre de bien: el Premio Barton otorgado por la Academia Nacional de Medicina en 1956;  el “Premio Mundial Joliot Curie” a la paz,  otorgado por Consejo Mundial de la Paz en 1969; y las condecoraciones de la Orden de Salud Pública de Francia y la Orden Cruzeiro do Sul de Brasil. Declarado “Héroe de la Salud Pública en el Perú”, por la OPS/OMS (2002).  

Fue miembro de prestigiosas sociedades científicas, entre ellas: Academia Nacional de Medicina; Sociedad Peruana de Salud Pública; Asociación Nacional de Escritores y Artistas (ANEA); Asociación Peruana de Higienistas; Asociación Argentina de Leprología; Sociedad Brasilera de Medicina Tropical, entre otras.

Fue autor de significativas obras escritas en libros, folletos y numerosos artículos referidos a temas científicos, literarios y filósofos, además de 45 trabajos inéditos sobre medicina y cultura general. Figuran entre sus publicaciones Latitudes del Silencio, relato novelado de sus experiencias en Andahuaylas, que sirvió y servirá de guía a las generaciones de médicos y sanitaristas comprometidos con su responsabilidad social.