¿A QUIÉN ESTOY ENSEÑANDO?

¿A QUIÉN ESTOY ENSEÑANDO?

por | 5 Abr 2022 | DAMPySP, Educación médica

Jesús les contestó: «No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos»

Mateo 9:12

Respeta al médico por sus servicios, pues Dios lo eligió para ese trabajo.
Un rey puede darnos regalos, pero Dios nos da la salud.
Preséntale a Dios ofrendas de acuerdo con tus posibilidades, pero no rechaces al médico; al
contrario, déjalo actuar, pues también a él lo necesitas.
En algunos casos, tu salud está en sus manos; en otros casos, él mismo le pedirá a Dios que te
devuelva la salud.
Es un pecado contra Dios no dejar que el médico actúe.

Eclesiástico 38:1,2,11-15

A veces pienso que las personas nos ven sólo como personas que damos diagnósticos y recetas. Somos más que eso, los médicos somos seres profundamente enamorados, abominamos el sufrimiento, estamos en lucha franca contra la muerte, defensores de la vida en todas sus formas, gozamos de todo lo que nos rodea, y aprovechamos la oportunidad de ser felices con lo que tenemos, exactamente como cualquier persona que quiere ser valorada más por lo que da que por lo que obtiene.

César Espinoza Wong


“Un solo amor tienen los médicos: la Medicina”
Jueves, 26 de mayo del 2011

Si veo una función, aplico el criterio de la primera derivada y lo compruebo con la segunda derivada. Si traslado un cuerpo y aplico una fuerza debo saber hacer un diagrama de cuerpo libre para determinar el punto de aplicación de la fuerza. Si estoy haciendo estequiometría debo estar seguro como balancear la reacción. En una cosa tan simple como distinguir el óxido ferroso del oxido férrico está el secreto del suplemento de hierro que debemos incorporar, o suplementar en las anemias que devastan al 40% de nuestros niños en el Perú de hoy. No es posible saber esto sin una lectura abundante y mayor práctica. Y esto es solo Ciencias Básicas.

Y qué es lo que hace que una persona joven, casi un adolescente, elija caminar solo, rodeado de libros, ausentándose de las reuniones familiares y salidas con sus amigos, estudiar durmiéndose sobre la lectura, comer apurado, sentir la angustia de aquel que le falta leer, que no alcanzó el tiempo para terminar de hacerlo, rogar por una postergación para volverse a encerrar y terminar, pensar que dormir le quita el tiempo, o que “esta semana sí llego a terminar todo lo que tengo que leer” y eso nunca se dará. Eso, estimados jóvenes, se llama Vocación, Misión, es una forma que yo tengo de elegir como voy a caminar en esta vida. La Vocación es un llamamiento personal, una elección segura, una misión que modifica totalmente nuestro corazón, nuestra vida. Mi vocación de médico me transformó.

Tienes que renunciar a la vida privada. La mayoría de los ciudadanos pueden, terminada la tarea, aislarse lejos de los importunos; tu puerta quedará siempre abierta a todos: de día y de noche. Vendrán a turbar tu descanso, tus placeres, tu meditación; ya no tendrás horas que dedicar a la familia, a la amistad o al estudio. Los pobres, acostumbrados a padecer, no te llamarán sino en caso de urgencia; pero los ricos, te tratarán como a esclavo encargado de remediar sus excesos sea porque tengan una indigestión, sea porque estén acatarrados, pues estiman en muchísimo su persona. Habrás de demostrar interés por los detalles más vulgares de su existencia, decir si ha de comer cordero o carnero, si ha de andar de tal o cual modo cuando pasea. No podrás ir al teatro, ausentarte de la ciudad, ni estar enfermo.

Esculapio

¿Alguna vez has leído algo donde te has tardado más en comprenderlo que en leerlo? ¿Creerás que en mi primer artículo científico de sólo 3 páginas me demoré 3 días en comprenderlo? No estaba en sanscrito sino en castellano. La complejidad de la información que recibimos y la obligación de aplicar correctamente lo que sabemos nos obliga todas las veces, no digo muchas veces, digo todas las veces, a actuar más allá de nuestras fuerzas, sino ¿cómo cumpliríamos con el “primun non nocere” (Primero no hacer daño) tan exigido en nuestro camino?

Muchos de aquellos a quienes estamos enseñando son la atención de su familia, depositarios del producto de los esfuerzos de muchas personas que los quieren y desean que se logre, la admiración de sus menores, la esperanza de sus padres. También son jóvenes nobles, humildes, buenos, respetuosos, abnegados hijos, el hermano inteligente, el sobrino predilecto, el amigo chancón, el enamorado que nunca tiene tiempo, el que no pudo venir porque está estudiando. Él es de quien en el futuro dirán: “Nunca tiene tiempo”. Y sí, pues, así es la vida del médico, la noche es día y el día es noche.

En su vida escucharán, estos jóvenes, ideas sobre la muerte cada vez más egoístas, en este siglo XXI que me tocó vivir, hay países que piensan que la piedad es asistir en eutanasia a ancianos, una señora pide que se le respete el derecho a elegir la muerte, dicen también que el embrión y el feto no son personas, y yo me pregunto: ¿cuándo empieza la vida?

Hace años cuando llevaba Embriología en Baquero (un sitio especial para los San Fernandinos) mi profesor preguntó: ¿Cuándo empieza la vida? Nosotros nos quedamos callados, porque cuando pensamos en el feto, quedaba el embrión; cuando pensábamos en el embrión, ahí estaban el blastocisto; cuando pensamos en el blastocisto ahí estaba la mórula; y llegamos a una sola célula: el ovulo fecundado, y antes estaban el espermatozoide y el ovulo sin germinar. De ahí, que la vida tenía que estar dentro del óvulo germinado. Y el Profesor dijo: “En el ecuador de la primera célula, cuando todo el material genético se cruza, en esa primera metafase, ahí empieza la vida, es la Anfimixis”. Y nunca olvidé que el ser humano empieza a vivir en esa primera metafase.

Y esto fue de nunca terminar: Cuando a una parturienta le administras Sulfato de Magnesio ¿cómo te das cuenta que la estás intoxicando?, con la abolición de los reflejos patelares, profesor. ¿Y si tienes que escoger una episiotomía cual sería?, la incisión oblicua, profesor. Y en esa garganta con pus, ¿cuál es el agente etiológico más frecuente?, el estreptococo beta- hemolítico del grupo A, doctor. ¿Cuál es la vía del dolor?, la espinotalámica lateral, ¿y decusa?, sí, Doctor. ¿Alguien puede creer que esto se sabe sin leer grandes, enormes, abundantes lecturas médicas?

A veces vienen pacientes simulados, por ejemplo, un ciego, ¿Cómo me doy cuenta de que es ciego si no tengo tecnología?, ¿o si la persona que grita de dolor realmente tiene dolor?

La formación de las personas que escogieron como carrera las Ciencias de la Salud es muy amplia y delicada, para la salud y la vida. No sólo hay que saber la teoría, sino también, es importante la experiencia en el campo; esa experiencia podrá servirnos para aplicar la teoría que enseñamos. Por ejemplo, cuando enseño Población, pregunto: ¿Cómo sabemos que una población se va a extinguir? O, si enseño Territorios, les hablo sobre la importancia de la Sectorización de la Jurisdicción donde se trabaja, el Radar de Gestantes, dónde viven los grupos de riesgo. Si enseño Ciudadanía, empiezo respetándolos, tratándolos bien y guardando el decoro. “Las palabras enseñan, pero el ejemplo arrastra”, decía mi buena y recordada profesora de la Maestría de Educación.

Algunas veces, he visto con preocupación, un desprecio por los contenidos y una extraña atracción por la metodología educativa, enseñar a través de cuestionarios computarizados es diferente a enseñar enseñando. Así mismo, mientras nosotros los médicos reconocemos en los simposios el valor de los PPT llenos de información y una exposición razonada que nos evite usar tiempo en encontrarle lógica después, aquí veo una menor dedicación que puede comprometer el “hambre por saber más” con que viene el estudiante, y dejarlo con un apetito disminuido para los otros cursos. Él puede creer que así es la carrera, y no lo es. Y ¿qué hará cuando la ciencia avance y se entere de que lo aprendido ya no es verdad?, ¿cómo desaprenderá?, ¿qué armas le estamos dando para que venza su desactualización sino es la lectura abundante, el raciocinio objetivo, el pensamiento crítico y el respeto al que más sabe?, ¿cómo se dejara enseñar, si no enseñamos a desaprender?, ¿podrá saber que no sabe?

¿A quién estoy enseñando?, de repente al médico que me atenderá preocupado y alerta en mi último aliento, a la enfermera que me dirá “tranquilo, cálmese, ya va a mejorar”, al Farmacéutico que elaborará la fórmula magistral de mi medicamento, a la Obstetra que atenderá el parto de mi hija y me dará un nieto, al Tecnólogo que radiará mi Tórax, al Nutricionista que verá la anemia de mi ancianidad.

O de repente, al médico que a escondidas lee un libro para saber que tratamiento podría darnos, a la enfermera que nos dice “ya cállese, está molestando a los otros pacientes”, al Farmacéutico que no pone cuidado y en la mezcla pone un principio activo al cual somos alérgicos y nos provoca un ahogamiento por edema de laringe, a la Obstetra que se echa a dormir y le dice a la Técnica que le pase la voz y que no se despegue de la paciente, o al Tecnólogo que sabiendo que su máquina esta malograda y está dando mucha radiación, igual sigue tomando placas a sus pacientes aunque el daño sea fatal, o al Nutricionista que solo se dedica a pesar comida.

Si un profesor de Ciencias de la Salud no es dedicado, formará profesionales del segundo grupo. Yo prefiero hacerme responsable de enseñar a los del primer grupo. Todos estamos en libertad de elegir a quien estamos enseñando.

Te verás solo en tus tristezas, solo en tus estudios, solo en medio del egoísmo humano… Únicamente la conciencia de aliviar males podrá sostenerte en tus fatigas. Piensa mientras estás a tiempo; pero si, indiferente a la fortuna, a los placeres de la juventud; si sabiendo que te verás solo entre las fieras humanas, tienes un alma bastante estoica para satisfacerse con el deber cumplido sin ilusiones; si te juzgas bien pagado con la dicha de una madre, con una cara que sonríe porque ya no padece, o con la paz de un moribundo a quien ocultas la llegada de la muerte; si ansías conocer al hombre, penetrar todo lo trágico de su destino… ¡hazte médico, hijo mío!

Esculapio

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