Detrás de la crisis de la Salud Pública
Tal vez la pregunta de Silvio ¿Qué cosa fuera la maza sin cantera? que cita nuestro amigo Pedro Mendoza Arana en “La Crisis de la Salud Pública”, puede llevar a profundizar la reflexión sobre un tema que evidentemente es vigente e importante.
Es posible que para todos los de la generación de los actuales docentes, hayamos visto desde que éramos alumnos -con mayor o menor interés- la situación de la Salud Pública en el país, que siempre ha sido preocupante y con problemas no resueltos.
Nuevas ideas surgen cuando se comparten, en este caso, la publicacion «La Crisis de la Salud Pública» del Dr. Pedro Mendoza, ha motivado una publicación que compartimos para contribuir a la mejora de la realidad sanitaria del Perú.
En nuestro caso, como docentes de Salud Pública, reflexionar sobre esos problemas es la esencia de nuestra existencia, pero no para quedarnos en los diagnósticos infinitos, las manidas causas identificadas, y los “tratamientos” o soluciones que seguro -todos- conocemos y tenemos bien tipificados. Pero esa reflexión a la que aludo es nada si no se convierte en propuesta fundamentada de un colectivo pensante pero también proponente -que es, se podría decir, una obligación consustancial de quienes son parte de la Academia en Salud Pública- que marque la pauta para resolver aquellos problemas que parecen ser irresolubles.
Eso es lo que no sucede en nuestro medio, y que da sustento a la frase “en general la “Academia Peruana” es enormemente irrelevante en términos de Salud Pública…”, Murillo dixit, porque la realidad lo refrenda. Seguirá siendo irrelevante en la medida que no seamos capaces de dar el paso del pensamiento individual para construir una corriente de pensamiento, una posición colectiva, una propuesta institucional que implique el componente propositivo necesario para que pueda ser tenido en cuenta con seriedad en la discusión de los espacios pertinentes, que permita influir inclusive en la formulación de políticas de estado. Imaginemos, inclusive, que se pudiera tener hasta más de una corriente de pensamiento estructurado con relación a la Salud Pública del país; más de un proyecto político sanitario que permita proponer desde diferente perspectiva -ideológica, tal vez- modelos a implementarse con la finalidad de crear un país con equidad en salud. Pero tal vez es demasiado pedir, demasiado soñar, porque los hechos demuestran que -incapaces de dar el salto consciente y comprometido del individualismo a la creación de una corriente salubrista institucional- sólo vemos una incesante demostración de gestiones personales, en los diversos cargos y espacios de decisión en Salud, que abarcan desde el ámbito nacional, regional, y local, hasta el institucional -como puede verse en los hospitales, donde cada director que asume “implementa” aquello que considera “su plan de gestión”, y que podría haber pergeñado luego de confirmarse su designación-, y así como ocurre en lo pequeño, ocurre en lo grande.
Compartimos «La Maza» de Silvio Rodríguez.
Por ello es frecuente que cada gestor cuando ya no está en funciones considera que la suya fue una gestión excepcional, y esa perspectiva nada objetiva se refuerza con el hecho que no hay una propuesta ideal, que corresponda a una corriente de pensamiento colectivo contra la cual contrastar lo realizado en la gestión. Mientras ese sea el patrón, pocas posibilidades habrá de encontrar salidas válidas a la crisis de la Salud Pública.
Si esto es así, gran responsabilidad le toca a quienes constituyen/constituimos el cuerpo docente de Salud Pública, y no podemos seguir eludiendo el reto que nos corresponde por el hecho de ser responsables de la formación y especialización de las nuevas generaciones de profesionales de la salud justamente en el campo de la Salud Pública.
Pero esta invocación a la construcción de una propuesta de pensamiento institucional en Salud Pública no es nueva, y debe haber varios que recuerdan intentos hechos en otros tiempos, pero que no prosperaron en ningún caso. Menos ahora, que son tiempos en los que la reflexión es una rara práctica en riesgo de extinción, porque ahora un TikTok, un WhatsApp, o trino (ex Twitter, actual X) es más que suficiente para «trasmitir» un mensaje. Y si mucho apura, la IA nos puede dar la «fórmula correcta para solucionar cualquier problema o pregunta» (incluida la de la crisis de la Salud Pública). Entonces, ¿para qué reflexionar sobre ello?
Estos tiempos se caracterizan por discursos con frases repetitivas y en sustantivos nuevos para denominar lo que ya tiene nombre; o para atribuir significados equivocados por vano desconocimiento. Malos tiempos, porque eso aleja más la posibilidad de encontrar salida a la crisis qué nos preocupa. Malos tiempos porque da la impresión de que no hay solución, cuando lo que hay es el desprecio por lo doctrinario, lo conceptual, y el olvido de que la teoría sirve, y funciona cuando se lleva a la práctica; el «único problema» es que hay que conocer, aprender la teoría.
Y son malos tiempos, porque se ha desarrollado la convicción -equivocada- de que la gestión en salud, y en Salud Pública en general, se basa en la intuición, la improvisación, el olfato, el sentido común (en efecto, como se dice, el menos común de los sentidos). Por eso hacer gestión en Salud Pública – otra vez errados-, no tiene ningún latín, y cualquiera la puede ejercer. Claro, cualquiera que esté lo suficientemente arropado por el poder de turno. ¿Competencias? ¿Capacidades? ¿para qué?. Esto agrava el comportamiento de los decisores políticos, que desde el poder conocen menos o nada sobre la Salud Pública y cómo pretender resolver sus problemas clamorosos; pero eso no impide que decidan y actúen como por lo general lo hacen.
La crisis en Salud Pública debe hacernos tener presente que tiene un costo social muy alto. En Salud Pública el tiempo no se detiene; si no se avanza, se retrocede; y si no se mejora, se empeora; y las consecuencias se deben medir en la cantidad de gente que no sana, que queda con secuelas, o que muere. Pero este estado de crisis no es episódico, es estructural; y son generaciones de salubristas que no han podido hacer lo necesario para cambiar esa realidad, y la nuestra es la más reciente de esas generaciones, que no hemos logrado dar el salto cualitativo de pasar del pensamiento individual al pensamiento colectivo que sea la maza que alude Silvio Rodríguez en su canto, y que tiene en la crisis añeja de la Salud Pública, la cantera que espera la acción necesaria de esa propuesta institucional capaz de transformar la realidad dramática que nos sigue retando.
Cómo ya lo he mencionado en otras ocasiones, lo que nos limita es la incapacidad de decidir poner en el debate los temas cruciales y fundamentales para pretender consolidar una corriente sólida de pensamiento colectivo, que se constituya en una fuente conceptual de aquello que concordemos que debe ser la acción que transforme la cantera, la Salud Pública. Así, tendríamos la fuente de lo que debemos predicar con nuestros alumnos en las clases de pregrado y de posgrado formando a las nuevas generaciones, y cuando alguno de nosotros o de ellos sea convocado a desempeñar cargos de decisión en Salud Pública, esa sea la fuente de las decisiones que tomen para alcanzar los objetivos y construir el ideal de una sociedad con equidad en salud. Entonces no solo sea un tema de maza -como alguna vez lo comentamos-, tal vez sea un tema de masa, de no ser capaces de formar una masa crítica, y nos quedamos -¿tranquilos? ¿satisfechos?, no creo- en apenas ser átomos criticones.
El reto sigue allí esperando, y nosotros nos pusimos -a lo mejor sin querer queriendo- en la primera fila, por elección propia al ser parte de quienes desarrollan docencia en Salud Pública.

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