El Perú, hacia el tercer semestre del año 2020, impulsado por su sostenida y sistemática preparación de décadas, de siglos, desde mucho antes de la Declaración de Alma Ata, mostró su capacidad ante el desafío de la Pandemia de COVID-19: Se había preparado para la catástrofe en salud y no dejó pasar la oportunidad. Rápidamente se apoderó del primer o los primeros lugares en el ranking de mortalidad por COVID-19 en el mundo (número de muertos por la enfermedad por cada millón de habitantes). En el continente americano fue el primero, por varios meses. Los 200 años de negligir la salud y la educación en la política nacional tenían que rendir sus efectos: ser capaces de responder desastrosamente, como país, ante un hecho natural, como es una pandemia, que de por sí era ya muy agresiva en un porcentaje pequeño de casos. El sistema nacional de salud del país no podía ser superado como caldo de cultivo muy nutritivo para la alta mortalidad por la COVID-19, enfermedad infecciosa, muy contagiosa, que algunos países, como Nueva Zelanda, Singapur, Cuba, Tailandia y China habían logrado controlar bastante bien, con tasas de mortalidad de menos de 15 por millón de habitantes.

Hacia fines del año 2020, al influjo de la segunda o tercera ola de la enfermedad en el mundo, el Perú fue sobrepasado por algunos países desarrollados como Italia, Reino Unido de Gran Bretaña y Estados Unidos de América, en tasa de mortalidad por COVID-19. Esto parecía inexplicable y, sobre todo, injusto. ¿Cómo estos países, a pesar de su infraestructura en salud, hacia el 14 de enero de 2021, según el Worldmeter, habían llegado a tener más muertos por millón de habitantes que el Perú[1]. Para entonces, Italia, el Reino Unido de Gran Bretaña y los Estados Unidos de América, como muchos otros países, pasaban por su segunda o tercera ola de la pandemia. El Perú, como repetimos, fue desplazado casi hasta el puesto 10 de la tasa de mortalidad por la COVID-19. En el país hacía pocas semanas había empezado la segunda ola, que algunos se esforzaban por disimular, como si con ello se ayudara a controlarla.

Ante esta situación, ¿qué hizo el país el año 2021?, ¿qué hicieron sus autoridades?, ¿tomaron medidas pertinentes?, ¿fortalecieron de manera contundente la capacidad del primer nivel de atención para la lucha contra la COVID-19?, ¿se fortaleció la educación de la comunidad para fortalecer el cumplimiento de las medidas preventivas?, ¿se hizo un análisis conductual aplicado para determinar las razones profundas por las cuales mucha gente, más que por necesidad, parece actuar por necedad desafiando innecesariamente los riesgos de una mayor contagiosidad que podría tenerse en la segunda ola en el país por la presencia de nuevas cepas o variedades del virus que ya venían propagándose no solo en Europa, sino en todo el mundo?

¿Qué hace que las personas actúen como actúan?, ¿qué hizo que muchos jóvenes, en plenas restricciones propias del distanciamiento social impuesto en el país a mediados del año 2020, desafiándolas abiertamente, asistieran a una fiesta clandestina en una discoteca, al norte de Lima, donde 13 de estos jóvenes encontraron la muerte? ¿Se investigó esto?, ¿se usaron los aprendizajes obtenidos sobre el comportamiento humano en estas situaciones para diseñar programas de educación y capacitación para la prevención de la enfermedad?

En el Perú existen cerca de 8,000 centros de salud en el primer nivel de atención. Más del 50% de estos establecimientos no tienen un médico, según algunos expertos[2]. ¿Qué hizo el Perú, desde el inicio del 2021 para mejorar la capacidad de estos establecimientos para abordar seriamente la lucha contra la COVID-19?, ¿se fortaleció la capacidad real del primer nivel de atención para cercar oportunamente a los nuevos casos y sus contactos?, ¿se logró informar claramente a la población de algún o algunos síntomas importantes, además de la disminución de la saturación de oxígeno, que le impulse a buscar oportunamente la atención de urgencia en un establecimiento de salud con capacidad de brindar oxigenoterapia para evitar la necesidad de una cama en la Unidad de Cuidados Incentivos? El Perú, 25 años antes había disminuido la mortalidad por neumonía en niños menores de 5 años difundiendo la importancia de un signo clave: la frecuencia respiratoria incrementada. ¿Se hizo uso de este conocimiento el año 2021 para lograr que las personas afectadas acudan a tiempo a un servicio de salud equipado para brindarle oxígeno?

¿Se tuvo en cuenta que entre la población más pobre, que es la que más muertes ha aportado en el país a causa de esta pandemia, existen muchas creencias que determinan su accionar frente a la enfermedad?, ¿qué se investigó sobre el temor a la estigmatización social que los pobres pueden tener en relación con esta enfermedad? Es probable que la consulta muy tardía de muchos pacientes pobres afectados por la COVID-19 a un establecimiento de salud ante los síntomas de esta enfermedad tenga que ver con el temor intenso a ser estigmatizados por la sociedad. Estas actitudes se han visto en las poblaciones urbanomarginales de las grandes ciudades. Las personas afectadas por la enfermedad buscan ocultar o negar la enfermedad. ¿Qué se hizo en el país para superar este problema?

¿Qué hizo el Perú el año 2021? Ya desde diciembre del 2020 tanto autoridades, como la población, relajaron las medidas preventivas frente a la pandemia, a pesar de la aparición en el mundo de cepas del virus con mayor contagiosidad. Desde las medidas anunciadas a mitad del mes de enero y a lo largo de todo el año 2021 se cedió a los intereses que privilegiaban la economía, a pesar de los riesgos de la enfermedad. Los hospitales fueron desbordados muy rápidamente, lo mismo que los crematorios. Dado que esta es una historia muy conocida, lo único que podemos afirmar es que, hacia fines de ese año, ningún país del mundo era capaz de competir con el Perú por el primer lugar en la tasa de mortalidad de la COVID-19. El Perú recuperó su liderazgo que, inexplicablemente, los países desarrollados parecieron amenazar a fines del año 2020. Las cifras alcanzadas por el Perú, de alrededor de 2,000 muertes por COVID-19 por millón de habitantes fueron un hito muy difícil de superar.

Esperamos que después de este espantoso y doloroso aprendizaje se logre instaurar un sistema integrado de salud, en el que el primer nivel de atención equipado y reforzado sea una puerta de entrada a una atención de salud de calidad. No vaya a ser que, dentro de cien años, al cumplir el tricentenario de nuestra “independencia” estemos repitiendo crónicas semejantes. La salud del país se merece una historia diferente. La salud del país requiere de un sistema diferente, que realmente priorice la salud de la población, como señal de una mejor calidad de vida. No volvamos a perder otros cien años para garantizar a la población peruana un buen estado de salud, con calidad y equidad.


[1] Según el Worldmeter, hacia el 14 de enero de 2021 Italia tenía una tasa de mortalidad por COVID-19 de 1338, Reino Unido: 1263; EUA: 1199, por cada millón de habitantes. Perú tenía en esa fecha una tasa de mortalidad por COVID-19 que ascendía a 1161 por millón.  https://www.worldometers.info/coronavirus/ (visitado el 15/01/2021)

[2]  Villanueva-Carrasco R, Domínguez R, Salazar M, Cuba-Fuentes M. Respuesta del primer nivel de atención de salud del Perú a la pandemia COVID-19. An Fac Med 2020;81(3).  Disponible en: https://revistasinvestigacion.unmsm.edu.pe/index.php/anales/article/view/18952