¡No por mucho madrugar se amanece más temprano!
Toda la población, o casi toda, está esperanzada en la pronta disponibilidad de la vacuna contra el Nuevo Coronavirus. Es difícil acostumbrarse a la idea que nunca volveremos, o que tardaremos mucho en volver, a la normalidad previa a la pandemia. El éxito de las vacunas es algo que todos esperamos, que ansiamos, para tener una mayor seguridad frente a la pandemia de la COVID-19. Esta enfermedad ha producido muchas muertes, un daño enorme a la economía mundial, ha trastocado todo, ha afectado profundamente la salud mental y la salud en general. Las vacunas efectivas y seguras contra el Nuevo Coronavirus son una urgente necesidad.
Se aprecia una gran celeridad en el proceso de creación de la vacuna, acorde a la necesidad que se tiene en el mundo. Existen decenas de vacunas en desarrollo o investigación. Menos de diez han entrado en la fase 3 de investigación, en los ensayos clínicos para determinar su eficacia y su seguridad. ¿Pero cuál es la vacuna que ofrece mayor seguridad en cuanto a su eficacia, a su capacidad de generar inmunidad permanente o duradera?, ¿bastará una o dos dosis de vacuna para proteger eficazmente contra la enfermedad?, ¿tenemos la suficiente información sobre la eficacia y la inocuidad de las distintas vacunas para elegir su adquisición?
Diversas empresas multinacionales, asociadas con universidades, apoyadas por sus cancillerías, luchan también por establecer convenios con los gobiernos, para la venta de los primeros lotes, para su aplicación inmediata, que debe empezar por los grupos de población con mayor vulnerabilidad a la enfermedad. Poderosos mecanismos de marketing y lobby se están empleando para convencer a la población y, sobre todo a las instituciones que toman las decisiones para su adquisición, sobre cada una de las vacunas.
Esperamos que antes de establecer algún acuerdo comercial, antes de pagar por un lote grande de determinada vacuna y comprometerse a invertir cantidades muy grandes de recursos, las autoridades de nuestro país, que ya no son solo las del sector salud, sino que incluso comprenden a la cancillería y otros sectores, incluyendo las empresas privadas, tomen las precauciones que permitan adquirir una vacuna que cumpla con los requerimientos mínimos deseables o aspiracionales que la Organización Mundial de la Salud ha establecido para la elección de una vacuna.
Debemos estar vigilantes para que se adquieran vacunas que cuenten con estudios de investigación evaluados por pares que demuestren su eficacia, que tengan una eficacia mayor al 50%, que tengan la mayor estabilidad a la temperatura. De no cumplirse con estos requisitos, podemos adquirir y aplicar vacunas que no van a ser lo suficientemente eficaces para una adecuada protección de la población contra la adquisición de la COVID-19. Estos fracasos lo que producirían no solo es una poca efectividad, sino que producirían también un descrédito de ésta y otras vacunas en la población, con graves daños para la prevención. La gente no confiaría en la vacuna. Los daños que se producen a la salud pública cuando la población deja de vacunarse son enormes.
“Compremos bien. Evitemos que, años después, se descubra que la premura por satisfacer la necesidad sentida de la prevención fue el manto del que se valió la corrupción para ganar en este inmenso caos en el que la pandemia nos ha envuelto sin piedad”
Algunos voceros de las empresas en pugna por posicionarse en el mercado mundial de las vacunas han dicho que las vacunas de primera generación no serán todo lo buenas que desearíamos, que podrían tener una eficacia del 30% y que su protección podría ser no de la adquisición de la enfermedad, sino de la prevención de formas graves de enfermedad. Se aprecia, en este sentido, una tendencia a repetir la historia de la hidroxicloroquina, que bajo la figura de “tratamiento compasivo” (¿compasivo para quién?, deberíamos preguntar), se autorizó su uso sin mayores evidencias de su eficacia. Después se demostró no solo que no tenía ningún efecto, singo que podría ser perjudicial. No queremos que esto pase con las vacunas. ¡Podría ser desastroso! Podría dar en la yema del gusto a los movimientos antivacuna.
Debemos estar atentos para que en la adquisición de las vacunas contra el Nuevo Coronavirus no vayamos a ser madrugados como país con la firma de contratos sin contar con la información suficiente de la eficacia, la efectividad, y la seguridad de las vacunas. Como se dice, no por mucho madrugar se amanece más temprano. Evitemos apresuramientos. Contar con la pronta disponibilidad de las vacunas contra la COVID-19 debería estar fuera de toda suspicacia. Compremos bien. Evitemos que, años después, se descubra que la premura por satisfacer la necesidad sentida de la prevención fue el manto del que se valió la corrupción para ganar en este inmenso caos en el que la pandemia nos ha envuelto sin piedad.
Lima, 4 de setiembre del 2020
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