El Ministerio de Salud, este 25 de noviembre de 2020, mediante la Resolución Ministerial N°960-2020/MINSA, ha publicado el Documento Técnico: «Perfil de competencias esenciales que orientan la formación de los profesionales de salud. Primera fase: Médico(a) y Enfermero(a) peruano(a)».

Se menciona que este documento se ha elaborado en un proceso participativo y colaborativo en el que han intervenido representantes de las entidades formadoras, de las entidades prestadoras de servicios y la sociedad civil.

El Documento Técnico parte por afirmar que:

En el marco de la garantía al derecho a la salud, el Ministerio de Salud tiene la responsabilidad de garantizar el derecho al acceso a los servicios de salud, acceso a la información, atención y recuperación de la salud. Así mismo, garantizar el acceso a una atención de salud por profesionales calificados y con competencias que respondan a las necesidades de salud de la población, el avance científico y a las características del sistema de salud peruano.[1]

Pareciera que esta precisión fuese innecesaria. Mas no es así. Es crucial que entendamos todos, empezando por las entidades formadoras de recursos humanos en salud, que, si vamos a servir a las necesidades de salud del país, tenemos que trabajar en sintonía con la política nacional de salud. Si “no existe una política nacional de salud”, como muchos suelen decir, entonces, todos, incluyendo las entidades formadoras de recursos humanos, tenemos el deber de contribuir a la génesis de dicha política. Ninguna institución formadora de recursos humanos puede permanecer al margen, aislada, de la política nacional de salud, entendiendo que ésta busca el acceso universal a servicios de salud y a condiciones de vida que permitan promover, conservar y recuperar un buen estado de salud en armonía con nuestro medio ambiente y a tono con los avances científicos y tecnológicos. Todo esto en una sociedad que busca el bien común y tiene a la persona como el eje central de su desarrollo.

Algunos estudiantes, algunos docentes y autoridades universitarias, en estas circunstancias, suelen invocar la famosa autonomía universitaria y la llamada libertad de cátedra para justificar la poca relación de su accionar académico, de su plan curricular, con las necesidades de salud del país.

El resultado de esta actitud es la formación de profesionales de salud sin las competencias básicas para abordar con calidad los principales problemas de salud del país. Recordemos que en Perú, el médico recién graduado, luego de su inscripción en el Colegio Médico del Perú, ya está autorizado a ejercer, a trabajar en un establecimiento de salud público o privado. En los establecimientos públicos lo hace como parte de su Servicio Urbano Marginal de Salud, el cual es obligatorio para todo médico que quiera luego postular a una especialización o trabajar en un establecimiento público de salud.

La publicación del Perfil del Médico peruano, como un documento que debe orientar la formación del médico, es una declaración tácita que la formación actual del médico en las universidades del país no responde a nuestras necesidades de salud. La finalidad de esta formulación no puede ser más clara: “contribuir a la articulación de las carreras de salud de educación superior universitaria, con las necesidades de los servicios de salud y la sociedad en general”. No por tácita, es menos elocuente: lo que reina es la desarticulación entre la formación de los profesionales y las necesidades de salud del país.

Lo lamentable de este pedido, de este llamado, no es el pedido mismo, sino que es algo que se viene solicitando desde hace décadas, se pide, pero nadie lo escucha. ¿Será que la autonomía universitaria está hecha o pensada para mantener el status quo?, ¿será que la autonomía universitaria y la libertad de cátedra están hechas para mantener la inequidad en los servicios de salud del país?

¿Alguien, en alguna universidad, escuchará este llamado, este grito que en la actual pandemia de COVID-19 se ha hecho más patético, más desgarrador, con tanta inoperancia del primer nivel de atención para una mejor performance frente a la pandemia? ¿Alguna autoridad universitaria será capaz de escuchar? Y, si escucha, ¿será capaz de hacer algo?, ¿estará motivada a hacer algo para que la formación de médicos en su universidad permita que los médicos recién egresados estén en capacidad de atender las necesidades de salud de nuestro país? Fijémonos lo que plantea este Documento Técnico:

Por tanto, las entidades formadoras en salud, deben reconocer en el perfil de competencias, las capacidades esenciales que sus egresados deben lograr para ser parte del Sistema Nacional de Salud, contribuyendo, de manera progresiva, al cierre de la brecha formación – trabajo y al logro de los objetivos prioritarios establecidos en la Política Nacional Multisectorial de Salud al 2030 “Perú, País Saludable”.

Desafortunadamente, los antecedentes no permiten tener optimismo. De vez en cuando se producen “reformas curriculares” en las Facultades de Medicina. Son reformas que no se acercan a mejorar la formación de los nuevos médicos, en función a las necesidades de salud del país. Todo lo contrario; cada vez los contenidos, las experiencias de aprendizaje, relacionadas con la salud pública, con la prevención y la promoción de la salud están menos presentes en los planes de formación del médico. Todo lo que está relacionado con la promoción de la salud, con la prevención, con la gestión de los servicios de salud, es cada vez más un pequeño apéndice de un plan curricular dominado por los aspectos biológicos de la enfermedad en la mayoría de Facultades de Medicina del país.

¿Cómo puede ser que, después de 7 años de formación de pregrado, los médicos recién egresados no estén capacitados para una buena atención de la salud de la familia? Algunos pueden decir que los médicos recién egresados sí tienen los conocimientos; pero, si así fuera, como sabemos, conocimientos no son competencias; son solo una pequeña parte de la competencia. Podrían tener los conocimientos; pero si no tienen la motivación para poner en práctica dichos conocimientos, no ayudan mucho a solucionar la problemática de salud. ¿Cómo los médicos recién graduados van a tener la motivación para el trabajo en el primer nivel de atención, si su formación de pregrado se ha centrado en ambientes hospitalarios? Podrían tener los conocimientos, podrían, a pesar de todo, estar motivados; pero si no tienen práctica suficiente, ¿cómo pueden hacer bien lo que tienen que hacer bien? El Documento Técnico cita los siguientes hallazgos de un estudio hecho el año 2016:

En el caso de los médicos (79), que se encontraban realizando su SERUMS en la región La Libertad y en relación a la competencia “atención de la paciente con emergencia obstétrica en el primer nivel de atención”, solo 6 fueron calificados como “competentes” (8%) y 73 como “en proceso de adquirir la competencia” (92%).

El Documento Técnico, refiriéndose a la situación de grave deterioro del proceso de enseñanza aprendizaje de la medicina en el país, afirma que:

El promedio de los resultados entre el 2008 y el 2015, del Examen Nacional de Medicina (ENAM) rendido anualmente por los estudiantes de medicina humana en el último año de su formación [Internado de Medicina] en una escala vigesimal fueron: 12,27; 12,01; 11,34; 10,80; 11,34; 9,90; 10,64 y 11,66 respectivamente, lo que implica un porcentaje de desaprobados del 50%.

Si la nota representara la adquisición de competencias y luego de más de 6 años de formación los estudiantes en promedio han alcanzado la mitad, ¿en cuántos años lograría alcanzar la mitad del puntaje que requeriría para decir que es competente?, ¿cuántos errores graves se pueden producir en este proceso, en contra de los derechos de los pacientes a una atención de salud de calidad?

No deja de ser desconcertante que muchas autoridades universitarias son o han sido autoridades o funcionarios de alto nivel de los servicios de salud del país. Es probable que desde los escritorios en estos niveles elevados de decisión de los servicios públicos de salud hayan reclamado a las universidades que formen a profesionales competentes para atender las necesidades de salud del país. Sería de esperar que desde sus puestos de trabajo en sus universidades sean capaces de atender estos llamados. Se requiere una reforma del sistema nacional de salud. Se requiere también una reforma seria y consistente de la formación de los profesionales de salud. ¿Seremos capaces de escuchar el llamado y de actuar para mejorar, desde la formación inicial de los profesionales y desde la acción misma de los sistemas de salud, la calidad de los servicios de salud que se brinda a la población del país?

¿La universidad peruana será capaz de instaurar el contacto precoz de los estudiantes con la realidad de salud del país?, ¿será capaz la universidad de instaurar modalidades de aprendizaje que ayuden a formar no solo los conocimientos, sino también las actitudes, los valores, de los estudiantes para un servicio con profesionalismo?, ¿seremos capaces, por ejemplo, de instaurar el aprendizaje-servicio como un eje importante de la formación en el pregrado?, ¿será capaz la universidad de brindar un plan curricular en el que, no solo se termine con la separación de la teoría de la práctica, sino que se genere una práctica auténtica en el proceso formativo de los futuros profesionales de salud? Es bueno recordar que la formación de pregrado está plagada de práctica no auténtica.

¿Será capaz la universidad de formar las competencias para que el médico en el país sea capaz de abordar los determinantes sociales de la salud en su diario accionar desde su primer día de trabajo en el primer nivel de atención? ¿Formará la universidad para un ejercicio de la profesión con enfoque de derechos y con enfoque intercultural?, ¿cómo lo logrará en un currículo de estudios dominado por aspectos biomédicos relacionados, sobre todo, con la enfermedad?, ¿cómo hará la universidad para que los médicos recién egresados tengan capacidad para la gestión territorial de salud? ¿Será capaz la universidad de asegurar la adquisición de las llamadas competencias conductuales y las competencias funcionales que alude el perfil del médico que el Ministerio de Salud acaba de publicar?

Como repetimos, no hay muchas razones para el optimismo. Quizá algunas Facultades de Medicina, para no ser señaladas por la crítica, emprendan procesos de adornamiento de sus planes curriculares, con la generación de denominaciones rimbombantes, pero sin la mínima transformación del espíritu que nutre su currículo de estudios, dominado por la enfermedad y no por la salud. Se cambiará de nombres, para que todo siga igual o peor. Se habrá perdido la oportunidad que a golpes nos ha mostrado la triste situación del Perú, de ser uno de los países con las tasas más altas de mortalidad por COVID-19 en el mundo, a pesar de haber sido uno de los países de América que más rápidamente tomó medidas para tratar de frenar la pandemia. Se habrá perdido la oportunidad de reformar la formación de pregrado de médicos capaces de atender las necesidades de salud del país.

El llamado concertado a reformar los planes de estudios de pregrado de las Facultades de Medicina, hecho en el Documento Técnico que ha motivado nuestros comentarios, habrá caído en un hoyo profundo y no tendrá respuesta. No habrá respuesta de los estudiantes, ni de los docentes; menos de las autoridades. De nada o muy poco habrá servido la formulación del Perfil del médico peruano.

Quisiéramos estar equivocados.

Puntuación: 1 de 5.

[1] Ministerio de Salud. 2020. Resolución Ministerial N°960-2020/MINSA. Documento Técnico: perfil de competencias esenciales que orientan la formación de los profesionales de la salud. Primera fase: Médico(a) y Enfermero(a) peruano(a). Lima, 25 de noviembre del 2020.