Capítulo 4 del libro: “San Fernando y su contribución a la moralidad médica en el Bicentenario de la independencia del Perú“.


CASIMIRO ULLOA Y LOS SANFERNANDINOS: COMPROMISO  PATRIÓTICO

COYUNTURA BÉLICA: LA GUERRA DEL PACÍFICO

La Guerra del Pacífico se inició el 5 de abril de 1879, con la declaración de guerra de Chile al Perú y a Bolivia, y terminó, con  la firma del tratado de Ancón, el 20 de octubre  de 1883. A raíz de la derrota del Perú en el conflicto bélico, la endeble economía peruana colapsó. Firmada la paz, los chilenos iniciaron la desocupación gradual del país que culminó en agosto de 1884. Las consecuencias de la guerra fueron catastróficas para el Perú. Luego de la partida de los últimos contingentes militares chilenos la desolación y la miseria reinaban en nuestro país, aunque pronto se iniciaría  una reactivación económica y moral  nacional.

Durante la Guerra del Pacífico, las actividades académicas solo pudieron ser realizadas en el país de manera precaria. Además, con la ocupación de la ciudad de Lima en 1881, el ejército invasor se  acuarteló en el Jardín Botánico, el hospital Dos de Mayo y otros ambientes de la Universidad de San Marcos, ocasionando graves daños a la infraestructura física y la pérdida de valiosos equipos y documentos, especialmente de la Facultad de Medicina. El decano Manuel Odriozola y el secretario Casimiro Ulloa, previendo estos hechos, guardaron oportunamente en sus domicilios los archivos y los libros de matrícula. Las clases fueron dictadas en las casas de los profesores y las prácticas en los vetustos hospitales Santa Ana y San Bartolomé, ya que el Hospital Dos de Mayo estaba ocupado por los invasores. 

Firmada la paz y desocupada la capital, la Universidad volvió a sus locales;  pero, por el estado en que se encontraban no pudo realizarse la clausura del año 1983. La Facultad de Medicina había sido despojada de su mobiliario, de sus gabinetes, de sus colecciones y de su biblioteca.

RESPUESTA DE LOS DOCENTES DE LA FACULTAD EN LA COYUNTURA BÉLICA

El 5 de abril de 1879, los profesores  la Facultad de San Fernando se reunieron en sesión extraordinaria, con ocasión de la declaración de la Guerra del Pacífico. Al final de la reunión acordaron por unanimidad, ceder al Estado los haberes que perciben como catedráticos, durante todo el tiempo que durara la contienda y ofrecer incondicionalmente sus servicios al Gobierno. Además, se designó una Comisión especial – integrada por  Julián Sandoval, Mariano Arosemena y Casimiro Ulloa – para que elaborara a la brevedad posible, un proyecto de organización de ambulancias que debían de actuar en los campos de batalla. El 15 de abril se reunieron nuevamente  los profesores para aprobar el Informe y el Proyecto de dicha Comisión, en el cual se proponía de manera detallada la organización de las “Ambulancias Civiles” que actuarían bajo la dirección de una Junta Central, conformada por miembros del Ministerio del  ramo de  Beneficencia. En la misma fecha, el Decanato de la Facultad envío dichos documentos al Supremo Gobierno, haciendo  resaltar la gran ventaja que tal aporte tenía, sobre todo en  lo referente a independizar las organizaciones civiles de las militares, que siendo distintas debían  integrarse en sus esfuerzos, pues su finalidad era la misma: la asistencia y auxilio del soldado enfermo y herido de los ejércitos en campaña.  Dos días después, por Decreto Supremo del 17 de abril de 1879, el Gobierno aprobó en todas sus partes el citado Proyecto y, luego, el 19 de marzo del mismo mes, nombró los miembros  que debían integrar la “Junta Central  de Ambulancias Civiles”; entre ellos: Monseñor José A. Roca de Boloña,  presidente; Manuel  Odriozola, vice-presidente; y, Casimiro Ulloa, secretario. Además, por Decreto Supremo  de 7 de mayo de 1879 se dispone que la Junta Central creada con fecha 17 de abril de 1879 se denomine en lo sucesivo Junta Central de Ambulancias de la Cruz Roja del Perú. El Comité Internacional de Ginebra reconoció oportunamente a la Cruz Roja del Perú.  

Durante la guerra, la Junta organizó cuatro Ambulancias Civiles que actuaron en la campaña del sur, asistiendo a las batallas de San Francisco, de Tarapacá, de Tacna y de Arica; y, posteriormente, a través de la Columna “Independencia” de la Facultad de Medicina, durante  las batallas de San Juan y Miraflores. Especialmente al comienzo de la guerra, las ambulancias tuvieron que reemplazar a las formaciones sanitarias militares que  fueron tardíamente puestas en  marcha. La abnegada y meritoria realizada por tales ambulancias está registrada en los archivos nacionales  y en múltiples testimonios de las autoridades peruanas y chilenas. 

RESPUESTA DE LOS ALUMNOS SANFERNANDINOS EN LA COYUNTURA BÉLICA

El 5 de abril de 1879 los estudiantes de medicina de San Fernando convocados por el alumno Tomas David Ugalde se reunieron y, en sesión solemne, acordaron por unanimidad,  en histórico y patriótico  acto, que “en vista del conflicto con Chile producido injustamente al Perú” ofrecer sus servicios profesionales al Supremo Gobierno”. Este deseo se hizo al Presidente de la República mediante una comisión formada por Tomás David Ugalde, Juan Avendaño y Manuel Alfredo Gall.

Los estudiantes de medicina solicitaron a las autoridades, a través de su decano el doctor Manuel Odriozola, formar una columna especial de la Guardia Nacional,  formada por los estudiantes sanfernandinos cuyos servicios no habían sido requeridos en las ambulancias civiles o militares. Columna en la que instrucción en medicina y cirugía de guerra. Gran parte de los alumnos del tercero al séptimo año de estudios ya habían partido a la  campaña del sur. El 20 de octubre el Gobierno aceptó la solicitud  y, además,  refrendó la elección de los oficiales hecha por los estudiantes sanfernandinos. Por decreto del 14 de noviembre de 1879 el doctor Miguel Colunga fue nombrado Teniente coronel y Primer jefe de la llamada  columna “Independencia” de la Guardia Nacional. A esta columna pertenecería Carrión.

La ofrenda de los alumnos sanfernandinos a la patria fue más allá de sus servicios asistenciales. El estudiante Manuel Sebastián Ugarte y Moscoso fue uno de los héroes civiles de esa guerra, falleciendo en el cumplimiento en una misión de sacrificio durante el bloqueo y bombardeo del Callao por la escuadra chilena, en mayo de 1880. Otros alumnos de medicina que fallecieron en el servicio fueron; Juan Pablo Celis, José Nemesio Lengua, Manuel Trinidad Poma, José Mercedes Villanueva, José Félix Marini, Gregorio Montes  y Leopoldo Meza. Avendaño recordaba el comportamiento valeroso de sus compañeros, en las batallas de Lima  de la manera  siguiente:

“Los cultores de las ciencias médicas, siguiendo las luminosas huellas trazadas por sus compañeros en todos los combates y encuentros habidos antes de las batallas de Lima, se portaron como los buenos y colocaron bien alto el pendón de la Escuela de San Fernando, Allí brillaron los viejos maestros Ulloa y Donante, que tuvieron a cargo la dirección del servicio de sanidad de los ejércitos (…) Juan Becerra , que en todo el fragor de la pelea y entre el torbellino de proyectiles, ejerció su sagrado ministerio, eficiente ayudado por el alumno Manuel A. Galli (…) el bravo Samuel Zapata (…) los alumnos Montes y Meza que regaron con su sangre el teatro de combate y se sacrificaron en aras de la patria, aumentando la lista de muertos en la que ya se habían inscrita: Celis. Marini, Lengua, Poma, Villanueva, etc. (…) en los hospitales transitorios o permanentes”

L. Avendaño, 1909, p. 45

Homenaje a los alumnos-héroes  sanfernandinos

El 13 de Agosto de 1883, en la sesión inaugural de la Sociedad de Unión Fernandina, el entonces alumno Juan Byron Markholtz hizo  uso de la palabra para pronunció el siguiente discurso en homenaje a sus heroicos condiscípulos que habían ofrendado sus vidas en  defensa de la patria peruana durante la Guerra del Pacífico:

“…Desde Chipana hasta Mejillones, desde Pisagua hasta Huamachuco, la escuela de Medicina ha estado dignamente representada, por algunos de sus miembros sin que las fatigas consiguientes a las marchas, ni el hambre, ni las epidemias, ni la metralla enemiga, les hubiera hecho cejar una sola línea en su propósito. Celis, Marini, Lengua, Poma, Villanueva, Montes Mesa tales son los nombres olvidados por muchos, pero que nosotros guardaremos en el fondo de nuestros corazones como ejemplo para el futuro; existencias preciosas que el destino ciego arrebató; mártires de la ciencia sacrificada en el lugar que el deber les había señalado….”

(J. Arias Schereiber, 1978, p. 1)